En la misma semana que la selección española lograba entrar en las semifinales del Mundial de Fútbol, el piloto de Moto GP Jorge Lorenzo decía que no iba a exhibir una camiseta de la selección en Cataluña si ganaba en Montmeló. «Muchos me han pedido que salga con la camiseta de la selección, pero aquí en Cataluña es complicado salir con ella. No quiero problemas”.
En la misma semana que millones de personas en todo el mundo seguían los movimientos de la Roja, y que The New York Times calificaba a la victoria ante Paraguay como “una exhibición de talento ante los televisores de todo el mundo”, el ministro del Interior español avisaba que ETA estaba preparando su habitual campaña de terror de verano, “porque le gusta mucho llamar la atención para que los telediarios de todo el mundo recojan sus atentados”.
En la misma semana que los norteamericanos se enteraban por el presidente Obama de que una empresa española instalará una ambiciosa planta termosolar en Arizona (Abengoa), y los periódicos españoles abrían con esa noticia llenos de orgullo, a los mismos norteamericanos les llegaba el eco lejano de que el Tribunal Constitucional español había decidido que el término “nación” sirve para definir Cataluña pero también España.
No lo llamen España sino esquizofrenia.
Carlos Salas