lunes, noviembre 25, 2024
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Espionaje a golpe de ratón

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La supuesta red de espionaje ruso es una agradable distracción veraniega (Anna Chapman – vete buscando un representante) y una maravillosa excusa para utilizar la fórmula ‘femme fatale’. Pero si quiere dar vueltas a un rompecabezas de espías propio del siglo XXI este puente del 4 de Julio, dirija su atención al ciber-espionaje – donde nuestros enemigos pueden sustraer en pocos segundos lo que se tardó años de redes de espionaje a la antigua usanza en recabar.

Antes, sin embargo, pensemos en lo que se traían entre manos los rusos ilegales en sus madrigueras suburbanas de espionaje. Funcionarios de la Inteligencia estadounidense creen que parte simplemente se debe a que a los rusos les encanta montar redes ilegales. Esto ha constituido parte sus métodos clandestinos desde la década de los años 20, y facilitó muchas de sus operaciones más sonadas, desde Rudolph Abel a Julius y Ethel Rosenberg. El FBI considera difícil romper sus hábitos culturales, y también los servicios de Inteligencia exterior de Rusia, SVR.

Esta red ilegal debe de haber sido un golpe de especial efecto para el Primer Ministro ruso Vladimir Putin. En sus días de agente del KGB, se rumorea que se especializaba en montar redes de apoyo de agentes ilegales en Europa, y la operación debe de haber servido de fabulosa exposición en el Kremlin: «Camarada líder, tenemos una red (encubierta) dentro de los Estados Unidos a la espera de sus instrucciones».

Mi estimación es que los rusos querían esta red para contingencias. Suponga que sus espías «regulares» son deportados de suelo estadounidense, o sometidos a estricta vigilancia. Los ilegales pueden trabajar como una especie de red «durmiente» para encargarse de los encuentros con los confidentes, las transferencias de liquidez y los encuentros entre agentes.

Algunas de las actividades de esta red pueden no haber sido tan inocuas como apuntaron las informaciones iniciales aparecidas. Agentes de la Inteligencia estadounidense creen que durante la década de los 90, un integrante de la red de espionaje hizo de correo para Robert Hanssen, el famoso agente del FBI detenido en 2001 por espiar para los rusos.

El mayor valor potencial de esta red rudimentaria puede haber sido el de prestar apoyo a la infraestructura real del día a día de la Inteligencia rusa – y eso es el ciber-espionaje. Acabo de llegar de un encuentro acerca de este problema celebrado en el Aspen Security Forum, y fue revelador, por decirlo diplomáticamente.

Las redes de espionaje a la antigua usanza van medrando por los pasillos del poder para poder sustraer secretos que revelen las intenciones y posibilidades de sus adversarios. Los nuevos ciber-espías sustraen a menudo esa información con sólo pulsar una tecla.

Si desea una lectura de introducción en esta nueva frontera del espionaje, le recomiendo un libro llamado «Ciberconflicto: la próxima amenaza a la seguridad nacional y qué hacer al respecto». Está firmado por Richard A. Clarke, el consejero de terrorismo que trató de advertir a la administración Bush de Al Qaeda antes del 11 de septiembre de 2001. Sus antecedentes como Cassandra son bastante sólidos.

Los ciber-espías ya están trabajando, a millares, advierte Clarke. Durante una década al menos, las agencias de Inteligencia previsoras (y eso incluye a las de América) han venido «preparando el terreno de batalla» en secreto, como les gusta decir a los militares.

Los agentes digitales siembran «bots» que siguen rutinas igual que zombis digitales, así como segmentos maliciosos de código, «puertas de acceso» y demás software errante que contagia los sistemas montados en decenas de países. Esa es la cara oscura de la apreciada cadena global de la industria informática: ofrece cientos de oportunidades de inocular códigos maliciosos y mecanismos de sabotaje.

Los espías digitales modernos son tan seductores como Anna Chapman, pero menos evidentes. Clarke escribe sobre la práctica conocida como «spear-fishing», en la que se valen de mensajes atractivos para convencer a los ejecutivos de descargar software malicioso que expone sus redes al ataque.

Ahora entiendo el motivo de que mi portátil se comporte de forma errática siempre que visito Beirut: Clarke advierte que cuando se viaja al extranjero y se deja el portátil o la BlackBerry en la habitación del hotel, es probable que haya dispositivos sondeando su disco duro y pinchando su correo electrónico, su red privada, sus listas de contactos – todo.

Espías electrónicos ya han sustraído decenas de miles de millones de páginas de documentos y penetrado en nodos estratégicos de la economía mundial, desde los bancos a las redes eléctricas. Pueden desactivar los radares (como hicieron los israelíes cuando bombardearon el reactor nuclear de Siria en septiembre de 2007) o cortar la conexión a la red (como hizo Rusia cuando invadió Georgia en agosto de 2008). El futuro está aquí.

Tal vez por eso necesitemos agentes humanos, después de todo. El ciberespionaje es capaz de recabar tanta información que los agentes de campo necesitan agentes como Anna Chapman que hagan de sondas para informar a los verdaderos agentes – los bots y los zombis y las puertas – de lo que hay que sustraer.

David Ignatius

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