Que el presidente del Gobierno no vaya este año a Rodiezmo, aunque sea con el subterfugio de aducir problemas de agenda, no tiene nada de particular. Lo extraño es, más bien, que fuera los años anteriores mendigando el aplauso de unos sindicatos que, ante la crisis –que ya existía- no mostraban ningún realismo. Esa alianza ha ahondado los problemas y la falta de rigor que, a trancas y barrancas, se ha impuesto por fin. Si los sindicatos no quieren darse cuenta de la gravedad de la situación, o de las obligadas consecuencias de esa gravedad, el señor Rodríguez Zapatero no pinta nada en Rodiezmo. La verdad es que la demagogia y la autosatisfacción ya no pintan nada en ningún sitio.
Si el silencio presidencial en esa antigua población minera es más que comprensible no lo es tanto ante la estrategia del PNV de cara a la inmediata negociación de los Presupuestos de 2011, que se anunciaron con sacrificios en el último Debate sobe el Estado de la Nación pero sin ninguna concreción. Tampoco quiso concretarse el nuevo ajuste ante las autoridades europeas a la espera de la negociación de los Presupuestos y el único camino apuntado –apuntado en esa sesión por el propio presidente- es el deseo de negociar con los nacionalistas vascos y catalanes. Estos se lo van a tomar en serio –es decir, se van a tomar en serio la debilidad de Rodríguez Zapatero- y ya se anuncian, junto a reivindicaciones económicas, otras de carácter político. Así las cosas, el PNV vuelve a planteamientos del Plan Ibarretxe y quiere tomarse su particular venganza, curiosamente en Madrid, contra el Gobierno de Patxi López en Vitoria.
El lehendakari dijo ayer que ni se va a pasar por encima del Gobierno vasco ni se va a iniciar una negociación con el PNV en la que no estén presentes los socialistas vascos, que ni se va a impedir un acuerdo de estabilidad ni se va a permitir que, bajo esa manta, sea el PNV el que quiera sacar partido particular. Pero falta la voz de José Luís Rodríguez Zapatero para subrayar, desde su autoridad como presidente y como secretario general del PSOE, que nada puede negociarse que contravenga y dificulte el trabajo de los socialistas en el Gobierno vasco que, con el apoyo de los populares de esa comunidad, están llevando a cabo una política –y unos logros-, que son ciertamente de interés general. Puede argüirse que aún hay tiempo, que la negociación concreta empezará en otoño, pero no que sea normal el silencio del presidente cuando se están ventilando cuestiones tan importantes. Hacer lo que hay que hacer “cueste lo que me cueste”, como dijo en el Debate, incluye no sólo tener claras las líneas que no se pueden traspasar sino hacer que las tengan claras los ciudadanos de los que depende y a los que se debe.
Germán Yanke