Descartado que los gestos políticos y el cambio de actitud sean besos, abrazos y otros mimos, se supone que lo que exigió ayer José Montilla a Zapatero son hechos. Sin demasiada prisa porque hasta el otoño no se empezará a hablar en serio, pero el president de Cataluña vino a decir que habrá que cambiar las cosas de forma que no se desobedezca al Tribunal Constitucional pero sí se le haga una finta que restituya una parte de lo que la sentencia ha cepillado. De empezar a hablar ya de cambios en la Carta Magna, nada. Política “con mayúsculas” dijo un Montilla que siempre es inescrutable.
Las “otras vías” que recordó la vicepresidenta De la Vega para “desarrollar prácticamente todo” son las “leyes o decisiones políticas”. Así que herramientas, hay. El trabajo pasará por intentar remendar mediante leyes o decisiones la cuestión de la lengua, la justicia y la autonomía financiera. Amén del traído y llevado preámbulo que no tiene valor jurídico y que precisamente por eso se situó ahí la cuestión más simbólica pero peliaguda, la de ser nación. El carácter preferente del catalán y los derechos lingüísticos de los consumidores, el Síndic de Greuges (defensor del pueblo) catalán, el consejo de justicia, la autonomía y la competencia financiera son cuestiones que dan para muchas charlas, gestos, carantoñas y trabajo de líderes y partidos tras el verano.
Ésa será la vuelta al cole de Zapatero a primeros de septiembre si es que no se ha puesto a pensar ya mismo en cómo limar los roces antes de que estén más cerca las elecciones autonómicas del otoño. La próxima visita a Barcelona puede ser tan dura como lo hubiera sido ir a Rodiezmo este año. Montilla ha dicho hoy que ha salido razonablemente satisfecho. Veremos si dura este nuevo buen rollo que han inaugurado.
Una hora antes, el famoso “impuesto a los ricos” hizo reaparición en el Congreso por tercera vez. A cuenta de las medidas que aún quedan. Una vez más, ya van tres, sin dar detalles. Una medida que desde que se prometió por primera vez hace ya tiempo reaparece como el Guadiana. Es un gesto por entregas, para entendernos.
Luz Sanchis