— Es lamentable, y quizá inevitable, que el derrumbe político de Barack Obama en las encuestas abra las polémicas raciales temporalmente cerradas por su clara victoria presidencial.
Los de izquierdas tienen tendencia a achacar la extendida revuelta contra las políticas fiscales y los fracasos económicos de Obama al racismo latente, sobre todo en el caso del movimiento de protesta fiscal. Es una explicación que evita, o por lo menos aplaza, la desagradable necesidad de realizar reajustes ideológicos. Algunos conservadores, a su vez, parecen reticentes a reconocer que los movimientos conservadores populistas albergan a menudo elementos racistas y nativistas — y en virtud de esta negación parecen tolerantes a los prejuicios de su entorno.
La pasada semana estas cuestiones salieran a la luz con la virulencia del cable o la blogosfera. La convención nacional de la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color aprobaba una resolución de condena al racismo del movimiento de protesta fiscal. Los conservadores acusaban a la Asociación de partidismo político crudo. Una sede del movimiento instaba a la agencia tributaria a reconsiderar su condición de asociación libre de impuestos. Un destacado líder del movimiento fiscal, el locutor Mark Williams, respondía a la acusación de la NAACP ratificándola puntualmente — produciendo una parodia racista que empleaba cada estereotipo del repertorio de las leyes de segregación.
Pero bajo esta deprimente polémica, los hechos son más alentadores. La resolución de la NAACP no declaraba al movimiento de protesta fiscal racista íntegramente; instaba a su dirección a distanciarse de los elementos racistas. «No creemos que el movimiento fiscal sea racista», decía el secretario de la NAACP Benjamin Jalous, «pero no creemos que hayan ido lo bastante lejos tampoco (a la hora de condenar los incidentes racistas)». El Vicepresidente Joe Biden convenía, tachando al movimiento de «tener opiniones muy conservadoras y muy diferentes en materia de administración pública y un montón de cosas. Pero no es una organización racista».
Mientras tanto, la Federación Nacional de Asociaciones de Protesta Fiscal — que representa a 61 colectivos fiscales de todo el país — expulsaba a Williams (y a su organización, Tea Party Express) a cuenta del comentario racista. La sátira, decía el portavoz de la Federación David Webb, es «claramente ofensiva». Williams no se mostraba arrepentido — disculpándose sobre todo por utilizar el término «massa» — pero su condena al ostracismo fue instantánea.
Resumiendo: El secretario de la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color dice que el movimiento de protesta fiscal no es racista. Su organización insta a los líderes del movimiento a condenar públicamente a los elementos racistas del movimiento — cosa que hizo casi inmediatamente la Federación. Estos sucesos son señales pequeñas pero significativas de cordura.
Durante los largos y tensos meses hasta las legislativas de noviembre, hará falta bastante. Será fácil que izquierda y derecha jueguen al juego del y tú más — despertando la atención masiva sobre un único icono de odio en alguna concentración o grabación inquietante aislada. Existe un peligro grave cuando las pruebas de agresión ideológica son fácilmente falsificadas y universalmente distribuidas al mismo tiempo. Y hasta cuando estas imágenes resultan ser reales, en general no justifican las exageradas acusaciones. Al hacer su alegato contra el racismo del movimiento de protesta fiscal, la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color ofrecía fotografías de carteles ofensivos utilizados en las concentraciones del movimiento — unas pruebas de acusación bastante flojas. Al mismo tiempo, Fox News emitía de forma obsesiva el vídeo que muestra a dos miembros de los Nuevos Panteras Negras vestidos de ropa militar en los exteriores de un colegio electoral de Filadelfia en el año 2008, llevando uno de ellos una porra de policía. La intimidación a los votantes es algo grave y un delito federal. Pero dos caballeros que toman parte en un acto de teatro político revolucionario no equivalen a una conspiración.
Estas reacciones son desproporcionadas en cualquier franja del espectro político — y desproporcionadas por motivos evidentes. Hay quien busca puntos de audiencia, visitas, partidarios y atención alimentando odios raciales. Y demasiados estadounidenses buscan excusas para dar rienda suelta a su indignación.
Esto es irresponsable precisamente porque el conflicto racial es la herida más profunda de América, y aún está mal cicatrizada. ¿Por qué hay ciertos afroamericanos que desconfían de los movimientos conservadores populistas grandes y predominantemente blancos? Bueno, veamos. Quizá porque ellos han sufrido provocaciones a lo largo de la historia estadounidense que harían palidecer en comparación las quejas del movimiento de protesta fiscal original de Boston. Quizá porque la propia Convención Constitucional fue una conspiración contra sus derechos. Quizá porque los grandes errores históricos aún están frescos comparativamente. El último afroamericano nacido en condiciones de esclavitud falleció hace apenas 40 ó 50 años. El último afroamericano nacido durante la segregación no fallecerá hasta dentro de otros 50 ó 60 años.
Los conservadores, más que nadie, deberían entender que la historia no desaparece con rapidez; se mantiene viva en un sueño ligero y sin descanso. Nadie, incluyendo a la NAACP, debe aprovechar las cicatrices históricas para su propio beneficio. Pero teniendo en cuenta nuestra historia, el movimiento de protesta fiscal tiene el deber positivo de garantizar a los afroamericanos que es la segunda venida de Barry Goldwater, no de George Wallace. La expulsión de Mark Williams es un comienzo.
Michael Gerson