La cara visible de Wikileaks, Julian Assange, dijo la semana pasada algo sorprendente: subastaremos las exclusivas.
Esta web que ha destapado un montón de documentos secretos tanto del Pentágono, como de organizaciones ambientalistas, de partidos políticos o de gobiernos africanos, se ha convertido en la gran fábrica de exclusivas del mundo. Los que quieran filtrar documentos tienen en Wikileaks su gran esperanza.
El problema de Wikileaks es que no tiene dinero. Han ganado mucha fama pero ni un euro. Todo ello se debe a que quienes se han beneficiado de sus exclusivas han sido los medios que las han publicado, pero no Wikileaks. La gente no entra a Wikileaks a leer noticias. Entra en los diarios de siempre. Es más, ha habido veces en que Wikileaks ha puesto en su web centenares de documentos importantes, pero nadie les ha hecho caso hasta que ellos han decidido llamar a un medio y filtrarlos.
Eso sucedió con ciertos papeles del gobierno de Hugo Chávez. Estaban colgados en Wikileaks pero nadie les hizo caso.
La estrategia de filtrar ahora documentos a medios reconocidos como The New York Times o The Guardian les ha dado un poco más de notoriedad y poder. Pero no dinero. Las donaciones llegan con cuentagotas y por eso Assange, ha decidido inventar un sistema de financiación que se parece a eBay: subastar noticias.
Por ejemplo, les llega un documento secreto y confidencial denunciando una trama en Cutrelandia. Ellos confirman la veracidad y luego llaman a varios medios y dicen: tengo esta exclusiva de Cutrelandia. Se abre la puja.
Y los medios empiezan a pujar: 10.000 dólares, 20.000, ¡100.000 dólares!
Como Durán o Sotheby’s subastando una pieza de Chillida.
No se extrañen de que lleguemos a esto, pues ya la existencia de Wikileaks ha supuesto una revolución en los medios. Ahora las exclusivas las da Wikileaks, no El País, El Mundo o The Washington Post. El periodismo se ha convertido en una recepción de teletipos, y las grandes noticias, vienen de otra galaxia.
Carlos Salas