domingo, noviembre 24, 2024
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Detener, detener y detener

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Aún resuenan los ecos de las admoniciones del prior Oreja sobre la política antiterrorista del gobierno, expresadas en las escuelas pías de los aprendices populares, en grata confraternización de estío, cuando, de nuevo, nos recuerda la propaganda del equipo medico habitual, que la policía y la fiscalía, en realidad, trabajan para el gobierno que nos mal gobierna.

Puestas las cosas en su sitio, y advertidos de la intrínseca maldad que atesora el más malvado de los políticos socialistas, los hechos confirman los peores temores de la cofradía mariana: ha caído otro presunto terrorista. Y esta vez, para colmo de incomodidades mensajisticas, lo ha trincado la Ertzaintza. ¿Qué será, pues, del discurso del engaño interesado? Coincide, como es obvio, este sucedido con la perversa intención de Rubalcaba de liberar etarras por la puerta de atrás de Nanclares de la Oca, último eslabón en la cadena de atropellos a la dignidad nacional.

La tozudez de los hechos se contrapone a la diatriba ecuménica de los jóvenes leones. Se contraponen la suma de los datos y la eficacia de los resultados. Se contrapone la voluntad manifiesta y la trayectoria democrática de los protagonistas. Se contrapone, además, el dolor en primera persona con los supuestos dolores armonizados convenientemente con los discursos floridos, recurrentes y apocalípticos.

Derrotados uno a uno los comandos, sus individualidades, los cheroquis y demás tribus de la cosa borroka, Euskadi se enfrenta a un nuevo destino de paz y libertad, que sólo la mezquina persistencia en el error de hacer negocios – amen de los de la seguridad- con el terrorismo, puede poner en peligro.

Porque la gran derrota de ETA y de su entramado social es la normalidad. El día a día, como expresión sencilla de una nueva forma de vivir, lejos del miedo y de la falsa ira inyectada con pintadas, carteles y pancartas desde los infiernos del odio mítico hasta las fauces de los cañones recortados, los que apuntan al corazón vasco convirtiéndolo en un esclavo del terror.

Normalidad, cambio y modernización. Y persecución del terrorismo. Como dice el ministro: detener, detener y detener. Y que alguien ponga la oreja en el lugar donde le corresponde estar: para escuchar las voces que dicen las verdades sobre el fin del terrorismo.  

Enhorabuena a la Ertzaintza. Y al Ministerio del Interior. Por mí que no quede.

Rafael García Rico

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