domingo, noviembre 24, 2024
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La lucha continúa

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Me pierdo en las negociaciones que mantienen AENA y el sindicato de controladores. No entiendo cómo es posible que reivindicaciones que se manejan en torno a los doscientos mil euros puedan estar atascadas. No sé si es por el dinero o por las horas. Por el concepto de hora extra o por la necesidad de tiempo antiestrés de estos sufridos trabajadores de la cosa aérea. Me preocupa el bienestar de los que venden su fuerza de trabajo: Es una conquista de las sociedades verdaderamente modernas. Pero me confunde todo este embrollo. Y me pierdo.

La verdad es que padecemos esta incertidumbre con el sector aéreo desde hace años. Los controladores, por ejemplo, tuvieron una intervención decisiva en el fallido congreso de UCD de Mallorca, en los malos tiempos de Suárez. Nos acompaña su inquietud por el futuro creo que, más o menos, desde entonces. Y ningún gobierno ha resuelto el asunto. Debe ser, supongo, francamente difícil. O, al menos, eso es lo que se deduce de este conflicto larvado durante décadas.

El sector aéreo, decía, es difícil. También protagoniza sus complejos conflictos, de vez en cuando, el sindicato de pilotos. Y alguna vez, el personal de tierra. Si, debe ser muy complicado trabajar para algo de tantos vuelos. No es lo mismo, por supuesto, que la construcción o la minería, esas profesiones tan satisfactorias para quienes las ejercen.

No cabe duda de que bajar por un pozo hasta una galería a picar sobre una veta de carbón, es una tarea que da poco margen al conflicto. El grisú, está claro, ya no es lo que era. Y el andamio, por mucho que se alce hacia el cielo, no refleja ninguna complicación trascendente. Unos por bajar demasiado y otros por estar poco elevados, no tienen la importancia debida.

Ni siquiera recuerdo una canción de Víctor Manuel que nos acerque al sufrimiento laboral del amargado controlador. Y eso es, desgraciadamente, muy injusto. Porque todos merecemos en nuestra actividad profesional el consuelo del calor fraterno de nuestra clase. Es verdad que nuestros ya tan familiares controladores disponen de una asesoría de imagen, algo, que, quizá, compense la ausencia de un emotivo cántico solidario.

En fin, ni entiendo ni comprendo. Y tampoco, en consecuencia, puedo compartir. Estoy seguro, en cambio, de que los controladores entienden la importancia del sector aéreo en nuestra recuperación económica, y también que comprenden a los centenares de miles – quien sabe si millones – de viajeros por placer que usan el transporte de las alturas para disfrutar del solaz de sus vacaciones y arreglar, metidos en faena, las cuentas de nuestra maltrecha economía. De eso estoy seguro, y por eso mismo creo que lo de la huelga tiene más que ver con la cultura de la resistencia sindical, y las emotivas páginas de gloria que ésta ha escrito para recuerdo de la clase trabajadora, que con un deseo de utilizarla para satisfacer demandas concretas de tantos euros o cuantas horas.

Se agradece ese espíritu luchador que tanto ha hecho por el progreso social. No me sorprendería que entre las nuevas demandas exijan a la patronal que pongan en todos los vuelos intercontinentales Noveccento, la épica historia de Bertolucci. Es, con toda seguridad,  motivo que hermana a este gremio con el conjunto de sus compañeros de clase.

Dueños como somos de lo mejor de nuestra historia revolucionaria y democrática, el controlador aéreo se erige, hoy dia, como un paladín de la memoria histórica de las grandes luchas del movimiento obrero. Me enorgullece. Y enaltece el espíritu transformador que toda la sociedad necesita para despertar de la anestesia con la que nos tiene sometidos este gobierno socialista.

Un gobierno que desoyendo lo mejor de su pasado heroico, se pone enfrente de estos currelas avezados y pretende silenciarlos con propuestas que todos desecharíamos de inmediato, ansiosos de protagonizar un conflicto que hundiera convenientemente a nuestro país.

No se como es posible que José Blanco no se haya dado cuenta del inmenso caudal de nobleza económica que desbordan estos ejemplos vivos de la lucha de clases.

Quizá sea porque es un buen ministro socialista que está poniendo fin, por la izquierda, a esta cosa tan extraña, sorprendente y fascinante, que es el abuso de los privilegios del controladorismo aéreo, esa sutil tarea de armonía de los cielos que nosotros, simples mortales terrestres, no entendemos ni imaginamos en toda su fenomenal dimensión.

Si, sinceramente me pierdo en todo esto. ¿Será que necesito un controlador para mi solo que ponga orden cuando vuela mi imaginación?

 

Rafael García Rico

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