El autor de “ante todo, democracia”, José Luis Rodríguez Zapatero, canceló la reunión prevista con Tomás Gómez porque la situación no estaba “lo suficientemente madura”. O sea, que Gómez iba a contestarle que no se retiraba y no era cuestión de que el anfitrión de la cita “quedara en entredicho”, en palabras de un miembro de la dirección del PSOE. La expectación creada era tal que algún socialista exagerado la compara con la que se hubiera liado si el invitado “hubiera sido Obama”.
La negativa a convocar primarias de la cúpula del PSOE está empezando a mosquear a muchos dirigentes socialistas, que recuerdan a sus jefes que no suponen “una guerra civil”. Exigir que un exitoso alcalde que luego fue ungido por Zapatero como la gran esperanza de los socialistas madrileños pueda jugársela ante las urnas después de años en la oposición no es mucho pedir. La imagen de los despachos de Ferraz pendientes de sus encuestas y de dar un zarpazo al PP en Madrid; las declaraciones del presidente avanzando nombres de los que tiene una opinión “buenísima ” o sólo “buena” y el presidente de la FEMP, Pedro Castro, haciendo equilibrios resulta demoledora para la democracia interna. Negarse a las primarias cuando sólo hay un candidato que se ha ofrecido es de locos. Por buenos que puedan ser Trinidad Jiménez o incluso Jaime Lissavetzky.
De momento, el secretario regional se niega a acatar la orden del presidente del Gobierno. Y al presidente del Gobierno se le olvida cómo llegó él al cargo de secretario general.
Luz Sanchis