Recogí hace unos días unas palabras escritas por Juan Antonio Sagardoy, el jurista que más sabe de derecho laboral en España.
Se titulaba «Rumbo al Estado de Medioestar social» y era un análisis publicado en El Mundo sobre cómo nos está sentando la crisis, mejor dicho, cómo la estamos afrontando. Usaba la metáfora de la tormenta, la cual afrontan los marineros preparando los arreos.
Los buenos marineros saben que la calma chicha no dura siempre, y que tarde o temprano habrá que arrostrar una tormenta, y quien no piense así sufrirá “un batacazo”.
Aquí no pasó nada de eso. No esperábamos la tormenta. Nadie. Ni los gobernantes ni los periodistas. Estábamos viviendo “en la exaltación consumista”, y ahora que hay escasez, se impone el sacrificio. Ahora bien, dice Sagardoy que hay que proteger el estado de Bienestar porque si desaparece, se iría al garete “nuestra estabilidad social y política”. ¿Y de qué estamos hablando?
Tomen nota: las pensiones y la sanidad públicas, un salario mínimo, una jornada máxima, una estabilidad en el trabajo con tasas razonables de desempleo, una consideración de los derechos fundamentales de la persona en el seno de la empresa, los derechos de sindicación, huelga y negociación colectiva, la intervención administrativa en las políticas sociales, unos órganos reguladores independientes y profesionalizados, una Justicia eficaz e independiente y una educación de amplio contenido y calidad. Y desde luego, el valor integrador de la familia”.
Sagardoy califica todas estas cosas de “las líneas rojas que difícilmente puede traspasarse porque entraríamos en un Estado de Malestar Social”.
Ahora bien, para mantener esas virtudes en medio de la crisis, tenemos que cambiar algunos esquemas mentales. “La crisis va a durar mucho aún”, dice Sagardoy, y hay que prepararse para vencerla: la clave está en “trabajar más y descansar menos”.
También recomienda “bajar el nivel de gasto y fomentar el emprendimiento y la formación”.
En resumen, para mantener el Bienestar hay que sufrir. Decir estas cosas puede resultar doloroso para muchos. Pero es una de las mayores verdades que se han escrito en los últimos meses.
Me recuerda el lema que hay en algunos gimnasios norteamericanos: “No pain, no gain” (sin dolor no avanzas)
Carlos Salas