lunes, noviembre 18, 2024
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Primarias y liderazgo

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Torres Mora, uno de los próximos al presidente Rodríguez Zapatero, se ha decantado a favor de Tomás Gómez en la batalla que los socialistas madrileños han montado de cara a las primarias. Para compensar el gesto añade que lo que está pasando no revela debilidad (como pensaría, subraya, una mentalidad de derechas) sino la fortaleza de la democracia interna presentada como cifra de la izquierda a la que dice pertenecer. Es llamativa la insistencia en este análisis, que se ha escuchado repetidamente estos días, porque lo que el presidente quiso no eran precisamente las primarias sino que el actual secretario general del PSM se retirase y pudiese ser Trinidad Jiménez la candidata. Y lo que Gómez pretendía, ya que había conseguido el apoyo de su partido y estaba inédito en elecciones autonómicas, es que nadie se entrometiera en un proyecto a su juicio bien organizado. Así que esto de las primarias, al menos en este caso, es, más que el apego de la izquierda a la democracia interna como muestra de una particular manera de entender el liderazgo, el remedio que les ha quedado a todos cuando se ha demostrado que los liderazgos, en uno u otro escenario, son o van siendo bastante débiles.

Las carencias del liderazgo de Gómez eran evidentes a pesar del reconocimiento a su trabajo que hacen los militantes socialistas. Su proyecto, después de dejar su exitosa trayectoria como alcalde, era a medio plazo teniendo que superar, además, el inconveniente de ser el líder de la oposición a Esperanza Aguirre, que tiene una fuerza indudable, sin estar en la Asamblea de Madrid. No ha querido tener en este tiempo otra función política nacional con su correspondiente efecto mediático y ahora se constata que sólo gracias a la negativa del presidente a su candidatura empieza a ser conocido. Debe tenerse en cuenta que precisamente en Madrid se valora más que en otros lugares el perfil “nacional” de sus representantes. Pero el procedimiento reparador del presidente Rodríguez Zapatero, que está por ver si le sale bien, revela que el suyo, su liderazgo, no es el que era. Se le enfadan los militantes por mucho que busquen uno u otro recurso retórico para disimularlo. Se le enfadan los más próximos por el modo en que lo ha hecho, olvidando hasta el consejo de Stanislavski: un actor, para empezar, se prepara. Va dejando heridas, dudas, desconcierto, la sensación de que trata de arreglar un roto con un descosido.

Quizá la concepción del liderazgo sea distinta en la derecha y en la izquierda pero, antes que los distingos, debe haberlo. Y, en este caso, las primarias no son la panacea de la democracia sino la prueba de que falla.

Germán Yanke

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