Desde el pasado día 29 de noviembre, Albert Vilalta y Roque Pascual, cooperantes voluntarios de la ONG Acció Solidaria permanecían secuestrados por la organización criminal Al Qaeda, en su versión del Magreb. Los cooperantes fueron secuestrados junto a Alicia Gámez, liberada en Marzo, a 150 kilómetros de Nuakchot cuando viajaban en el último camión de un convoy que repartía ayuda humanitaria por distintos países del Sahel.
La noticia de su liberación cierra el secuestro más largo de cuantos se han producido en el desierto, superando al de un matrimonio austriaco que había permanecido en manos de sus captores más de doscientos cincuenta días. Esa es una de las características de este acto terrorista, la duración inédita del secuestro. Otras han sido el sigilo y las cautelas pactadas entre las familias y el Gobierno durante las negociaciones, o el prudente y respetuoso autocontrol de los medios de comunicación.
Todo ello, seguramente, como consecuencia de los hechos sucedidos durante el secuestro del pesquero Alakrana en aguas del Mar Rojo por piratas somalíes. El caso es que en esta ocasión y a diferencia de lo que ocurrió en aquella la madurez de todos quienes podían verse implicados directamente o indirectamente ha facilitado, con toda certeza, la resolución positiva del secuestro.
Esta característica de la duración prolongada se une al hecho de que entre tanta discreción la opinión pública ha perdido contacto con los hechos concretos, de tal forma que a estas alturas es difícil pensar cuál ha sido la exigencia de los terroristas, si es que finalmente se ha accedido a ella, que ha servido para resolver el caso; si esta ha sido económica o tiene que ver con los movimientos de presos, la extradición o la posible liberación de activistas que idearon y maquinaron el plan inicial.
Todo apunta a que la postura de Malí y Mauritania han sido determinantes para desbloquear la situación de forma definitiva.
En cualquier caso, la libertad de Roque y Albert supone el fin de la pesadilla para ellos mismos, sus familias, sus compañeros de Acció Solidaria y de otros muchos que han actuado con solidaridad – en las manifestaciones silenciosas, a través de Internet, etc.- y afecto cívicos. Atrás quedarán, sobre todo para su vergüenza, los comentarios que cuestionaban el papel del activismo solidario de la cooperación y del papel de los voluntarios en ella.
Tiempo habrá para analizar lo que corresponda ahora que por fin podrán hacerse públicos todos aquellos datos e informaciones que tienen que ver con el secuestro de tres españoles más allá de nuestras fronteras. Entre tanto, feliz regreso a Albert y a Roque y felicidades a sus familias. Las merecen.
Rafael García Rico