En una tertulia en televisión en la que no estaba Belén Esteban, se discutía si el gobierno iba a subir los impuestos, a quiénes, cuándo y cómo. Para algunos contertulios (Carmen del Riesgo, de La Vanguardia, Ernesto Ekaizer, de Canal +, y Fernando Garea de El País), algo raro estaba pasando en el gobierno. Por un lado, José Blanco, ministro de Fomento, sale diciendo que es posible que suban los impuestos. Por otro, Elena Salgado, ministra de Economía, dice que no hace falta.
Hace unos meses se paralizaron las inversiones en obra pública. Hace unas semanas, Blanco afirmó que pueden invertirse por lo menos 500 millones de euros, que tampoco es cuestión de paralizar todas las obras.
La periodista Carmen del Riesgo afirmó entonces que el Gobierno tiene un problema de comunicación. Dice una cosa y luego otra. Pero Ekaizer afirmó que había algo más profundo: no es que sea un problema de comunicación, es que el Gobierno ha descubierto que la economía está peor de lo que pensaba.
¿Peor de lo que pensaba? Si es así, y temo que Ekaizer tenga razón, el problema no es un error de comunicación, ni un error de planificación. Es un error de que tenemos a la gente equivocada en el sitio equivocado: nuestros gobernantes no se han enterado de nada en los últimos dos años.
Esta es una crisis de gigante. Sabemos que empezó hace dos años. ¿Es que no les dijo nada la caída de las bolsas en septiembre de 2008? O quizá llevemos tres años, los mismos que han pasado desde que Martinsa, la mayor inmobiliaria española, entrase en suspensión de pagos. El diario El País el otro día dedicaba su especial del domingo a analizar los tres años de la crisis en el sector de la construcción, el más poderoso de este país. Tres años.
Si en tres años, un gobierno no es capaz de enterarse de que las cuentas no cuadran, es que quienes no cuadran son ellos: el Gobierno.
Carlos Salas