El diario El Mundo publicaba ayer una interesante información, basada en investigaciones policiales y documentos de ETA, sobre la nula inclinación de la banda a su desaparición. Puede haber lo que los terroristas llaman una “tregua” pero que, sin ningún afán de rectificación ni de verificación de la misma, se queda en una hipocresía más para avanzar mientras se preparan de nuevo, quizá tratando de evitar, en medio de la confusión, la presión policial que les está llevando a la derrota definitiva. Ya no logran engañar a nadie, ni a ciertas personas que han apoyado a la banda y que, por el momento, siguen atenazadas por la misma e incapaces de una condena de la violencia totalitaria. En medio de la vergonzosa barbarie en la que se mueve ETA, porque esa violencia totalitaria no es sólo su medio sino también su ideología, los terroristas, por aquello de resistirse a perder, no sólo no están dispuestos a pedir perdón sino que quieren exigir responsabilidades por lo que, entre tanto vómito, llaman vulneraciones de sus derechos.
En un nivel más calllejero se ha visto la misma actitud estos días de celebración de fiestas veraniegas en el País Vasco. Rebrota el terrorismo callejero y la Izquierda Abertzale, que cree engañar a alguien compaginando la negativa a condenar estos hechos con la declaración absurda de que ha optado por las “vías políticas”, se queja de que se les criminalice por tantas amenazas, destrozos, extorsiones, etc. Afortunadamente, la documentación sobre las intenciones ha hecho que la Audiencia Nacional, primero en Barcelona y después en Bilbao, haya prohibido las manifestaciones públicas de apoyo a los que, antes y después, con una retórica o con otra, con acciones de una u otra naturaleza, apoyan a ETA y sus objetivos.
Estas evidencias y el contenido de la información publicada revelan –de nuevo- una obviedad que se ha venido manteniendo y mostrando a lo largo de toda la historia de la banda terrorista: no hay en su interior, por su entraña ideológica, mecanismos para la desaparición. Ni éticos, ni políticos, ni estratégicos. El único camino es la persecución policial para poner ante los jueces a los terroristas y sus secuaces. Nada se consigue en poco tiempo, y menos una lacra como la de ETA, pero es el camino adecuado como lo prueba tanto la reflexión razonable sobre lo que supone como la experiencia práctica. No puede haber aire para que respire el terrorismo; se trata de que el Estado de Derecho lo ahogue.
Germán Yanke