El hombre más rico del mundo. La mujer más guapa del universo. El actor más sexy. El empresario mejor vestido.
Cuando escucho estos superlativos sobre “los mejores del mundo” me echo a reír. ¿Quién lo dice? ¿Es que han estudiado a todas las mujeres del mundo? ¿Es que han calculado, céntimo a céntimo, todas las fortunas? ¿Qué criterio de belleza establece el canon del buen vestir?
Son preguntas que se hace un periodista cuando ya ha escuchado muchas veces en su vida frases de ese tipo.
Por ejemplo, la fortuna de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, la calcula la revista Forbes multiplicando su patrimonio por el valor de mercado. Se basa en el volumen de acciones de bolsa, memorias de empresa y precios. Y cuando sale la cifra final, pienso en esos jeques árabes que tienen bajo sus pies millones de toneladas de petróleo, o potentados que poseen patrimonios sin valorar contablemente.
Y sobre la belleza, me hago la misma pregunta. Si Miss México es ahora la más bella de Universo, ¿qué pensarán los habitantes del planeta HRX23? ¿Es que allí no habitan mujeres más hermosas todavía, con cabelleras deslumbrantes, cuerpos de Coca Cola y labios de lujuria?
Todo se resume en una forma de titular y de llamar la atención. Trucos periodísticos, trucos de marketing y exageraciones.
Es como cuando un empresario dice que su empresa es líder en su sector. ¿Qué sector? ¿Aguas envasadas mineralizadas con toques aromáticos del Vallés? ¿Y eso es un sector? No, es una exageración.
Carlos Salas