He aquí una propuesta sencilla que ayudaría a Estados Unidos a superar sus traumas recientes con la islamofobia: apoyemos a Pakistán en
sus momentos de necesidad tras las devastadoras inundaciones de este mes como nos apresuramos a ayudar a Haití tras el terremoto.
Las inundaciones de Pakistán, que se estima han desplazado a 20 millones de personas, constituyen uno de esos desastres naturales capaces de romper las barreras y resentimientos políticos de costumbre. Nos recuerda nuestro vínculo humano con la gente que sufre a una escala que es difícil de concebir. El terremoto de Haití despertó un torrente de ayuda, pero no se ha producido aún una respuesta comparable de los estadounidenses al
desastre de Pakistán.
¿Dónde está el aumento de las donaciones privadas? ¿Donde están las
estrellas del cine cuyos aviones privados hacían cola en Puerto Príncipe?
¿Donde está Anderson Cooper y el resto de periodistas que se lanzaron a Haití? ¿Dónde están Barack y Michelle Obama, y por qué no pueden adoptar al pueblo paquistaní igual que hicieron con Haití Bill y Hillary Clinton?
«Pakistán necesita ayuda de sus amigos y aliados», dice Nadim Kiani,
portavoz de la embajada de Pakistán en Washington. La crecida de las aguas está engullendo gran parte del país, destruyendo las cosechas, las
semillas y el ganado de decenas de millones de granjeros. Estas
desesperadas familias van a necesitar la ayuda del gobierno durante un año al menos, sólo para sobrevivir.
Las inundaciones son el peor desastre natural de Pakistán desde su
nacimiento en 1947, según datos de la ONU, eclipsando a los anteriores
terremotos, tormentas y sequías. Es una crisis «de proporciones bíblicas», como nos gusta decir en Occidente, que se suma a una recesión económica, un aumento sustancial del terrorismo brutal por parte de los talibanes y la pérdida de la confianza en los líderes de la administración.
Como alguien que ha visitado Pakistán con frecuencia durante el último
año, temo que el país se esté aproximando al punto de inflexión – el momento en el que las múltiples presiones desbordan la capacidad del
gobierno de afrontar los desastres y Pakistán se aproxima a convertirse en un estado disfuncional. Sería un desastre para Pakistán, y también para América.
Un indicador positivo en medio de toda esta tristeza es que la cúpula militar paquistaní se está alejando de su obsesión tradicional con La India y se concentra en los peligros internos. La dirección de los servicios de Inteligencia redactaba una evaluación este mes especificando que «la amenaza interna de los extremistas ha sobrepasado a la amenaza externa de La India», según una fuente paquistaní familiarizada con el documento.
La administración Obama ha dado un buen primer paso en la ayuda a las
inundaciones. El gobierno estadounidense ha donado 90 millones de dólares en asistencia humanitaria a los desastres, casi el triple de la cantidad del siguiente donante en el orden, según cifras de la ONU. Estados Unidos también tiene presencia de los Marines destacada en las costas, para ayudar a distribuir la ayuda y también para las contingencias militares si el país se precipita al caos.
Pero la ayuda estadounidense privada ha sido modesta, hasta el momento. Se puede contribuir a los esfuerzos humanitarios de la ONU con un mensaje SMS (con el texto «SWAT» al 50555), pero un portavoz de las Naciones Unidas dice que esta iniciativa sólo ha recaudado alrededor de 100.000 dólares en donaciones privadas. Una iniciativa de donación por mensajes comparable iniciada por la Cruz Roja sólo ha recaudado 10.000 dólares para Pakistán, en comparación con los 32 millones reunidos para Haití en una campaña
parecida, según la página del Atlantic.
Sí, sé que Haití está cerca de nuestras costas, pero incluso de esta
forma, la disparidad de la ayuda es sorprendente: las Naciones Unidas
dicen haber recibido 11,2 millones de dólares en ayuda privada destinada a Pakistán, que son minimizados por los 211 millones que donaron los
estadounidenses a la ayuda humanitaria de la ONU para Haití. Las donaciones totales para Haití alcanzaron la friolera de 2.500 millones de
dólares, tanto dinero que las agencias humanitarias han tenido problemas para gastarlo con eficacia.
Los argumentos de seguridad nacional en favor de acudir al rescate de
Pakistán son convincentes, pero hay una idea más general: ayudar a los
paquistaníes desesperados en esta catástrofe sería bueno para el alma
estadounidense. Mientras el mundo contempla el rabioso debate por la
denominada mezquita de la Zona Cero en el Bajo Manhattan, la gente debe preguntarse si América ha perdido su célebre tolerancia y generosidad en lo que respecta a los musulmanes.
Todos conocemos en nuestro ámbito personal la verdad paradójica de la
caridad que ayuda al receptor tanto como el donante. Esto sería especialmente adecuado ahora, con una movilización nacional para ayudar a Pakistán. Una América que sigue mostrándose cerrada y resentida con el mundo musulmán es una nación que sigue sufriendo los traumas del 11 de septiembre de 2001. Una América que tiende una mano de ayuda es una América que ha superado esta tragedia y mantenido su equilibrio.
David Ignatius