En pleno escenario de “observadores internacionales”, en un nuevo intento de forzar la negociación con el Gobierno, la ETA en declive anuncia en la BBC que “hace meses “decidió no realizar “acciones ofensivas”. Propone de nuevo la contrapartida a la sociedad vasca y española de no matar para “iniciar un proceso democrático”, es decir, que ésta se avenga a aceptar una parte de sus pretensiones. Vano reconocer la situación de debilidad por las sucesivas desarticulaciones de su dirección y comandos, ni la estrategia dirigida a posibilitar que su brazo político –Batasuna- pueda presentarse a las elecciones municipales y forales de 2011. El mensaje sugiere que ha sido fruto de la reflexión.
Los doce asesinatos desde que la banda anunciara su último “alto el fuego indefinido” de 2006, en pleno proceso de diálogo con el Gobierno socialista de Zapatero, y los 46 tras la “tregua permanente” de 1998 –por no hablar de las anteriores- invalidan cualquier credibilidad hacia la determinación de su renuncia al terrorismo para lograr sus objetivos políticos. Sólo los anhelantes de otorgar a la banda alguna pista de aterrizaje en la democracia están expectantes por la puesta en escena de los encapuchados. Los demás, incrédulos u ofendidos por la parafernalia.
Esta vez ni siquiera se utilizan los términos “permanente” o “indefinida”; para qué hablar de “definitiva”. Y sucede a la campaña mediática de la izquierda abertzale en su reiterada “apuesta por las vías exclusivamente políticas y democráticas”, para superar la ilegalización avalada por el Supremo y por Estrasburgo. Se oyen murmullos: un portavoz de ETA dice después a la emisora británica que el paso es “firme” y la situación, “nueva, ilusionante”. En el comunicado hablan incluso de “humildad” para alcanzar los objetivos independentistas. No es baladí tras una larga historia de asesinatos, acosos y amenazas.
ETA lo hace público ahora. En plena negociación del Gobierno de Zapatero con el PNV, al que ha designado como “interlocutor preferente” –lo que erosiona, objetivamente, el papel del nuevo Gobierno Vasco y del lehendakari socialista- Serán terroristas, pero no son tontos: Su ofensiva mediática también busca neutralizar el Gobierno de cambio. Además, en este confuso “proceso” algunos prestan argumentos. Medios socialistas avanzaron este domingo que el pacto Gobierno-PNV –sin el cual, Zapatero se vería abocado a terminar la legislatura y convocar elecciones- “propiciará una estrategia común en el fin de ETA”. Se mezclaban así los escenarios: la negociación presupuestaria y el fin de ETA. Una forma de impulsar el protagonismo del PNV – primer partido de la CAV, hoy en la oposición- , frente a un gobierno de cambio del PSE apoyado por el PP.
Los socialistas vascos –una piña con el lehendakari- están vigilantes ante la negociación del Gobierno con el PNV, conscientes de que el partido de Urkullu es la tabla de salvación para Zapatero y podría suponer el naufragio de López. El Consejero de Interior –firme aplicador de las políticas antiterroristas y el presidente vasco del PP han sido diáfanos al negar la trascendencia del anuncio de ETA.
Queda la trastienda. Esta vez, ni el Gobierno ni la oposición han hecho alardes de solemnidad. Han pasado cinco años desde que Zapatero se dispusiera a recibir la tregua de ETA con la resolución del Congreso que le autorizó a iniciar un “proceso de diálogo” con la banda, si ésta se comprometía en el abandono de las armas. Zapatero manifestó un año después (2006) su “esperanza”, reiteró su convencimiento del final del terrorismo, autorizó conversaciones políticas y negó trascendencia al debate sobre “el carácter nacional” de Euskadi. Entonces muchos quisieron creer que el “alto el fuego” era definitivo, puede que ahora algunos lo piensen también. Pero es más verosímil que cuando llegue el final no sea anunciado por la voz de tres encapuchados.
Chelo Aparicio