lunes, noviembre 25, 2024
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La posición correspondiente

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El arte de la Política (pese a todo la sigo considerando tal y como una forma de cultura democrática y cívica) exige, tanto al Gobierno como a la Oposición, clarificación respecto a las posturas políticas que ambos ofrecen a la ciudadanía que les ha colocado (a través del inapelable veredicto de las urnas ) en esas respectivas posiciones políticas.

Esto que de suyo puede sonar como una obviedad no lo es en modo alguno. Me explicaré. El centro derecha, en España, que es de lo que hoy quiere hablarles a ustedes, otro día lo haremos de la izquierda, ha tenido , en nuestra historia reciente, la tentación de no defender sus posturas políticas legítimas con nitidez , sin acritud, claramente. Esto ha sido debido históricamente a su incapacidad , muchas veces, manifiesta, para saber a ciencia cierta cuál era su propia posición en política y sus intereses, insisto, legítimos.

He defendido, y lo sigo haciendo de un modo intenso y fehaciente, el diálogo civilizado entre las partes políticamente en litigio.

Pero para que ese diálogo y esa volunta de acuerdo en asuntos que afecten, antes que a los intereses partidarios a los generales, se produzca sin menoscabo de la propia dignidad de ninguna de esas partes, se deben respetar los principios políticos. Todo lo demás no conviene ni al buen gobierno ni a la leal oposición. Al menos esto es lo que pensamos algunos entre los cuales declaradamente me encuentro.

Los errores sobre la propia posición política producen el desencanto y alejamiento de los votantes de esa opción que , lógicamente, se sienten confundidos, decepcionados, y en muchos casos traicionados. Soy de los que piensan que necesariamente en política los errores intelectuales producen errores morales. Y más: siempre he defendido, y lo sigo haciendo hoy, que el poder sólo puede ser lícitamente ejercido y , a la larga realmente conservado, si primero se sabe para qué. No siempre la pasión inútil por él, sin otros contenidos , lleva cohesionadamente a la perpetuación del mismo. Repárese que gobernar en democracia no es ceder, claro que no, es dialogar, no sólo con el argumento de los votos, sino también, y lo que entiendo como fundamental, con el peso de las ponderadas razones y en todos los casos con la garantía inequívoca de fiabilidad.

Un sistema político que niegue a sus políticos la libertad de criterio está a la corta y a la larga arruinando la vida pública, en sus ámbitos parlamentario, civil, moral e histórico. No se trata, pues, de estar a bien siempre con todos, sino de disentir con los adversarios civil y civilizadamente de modo que, pese a las lógicas discrepancias, se puedan alcanzar acuerdos y pactos generales en lo tocante a la vieja categoría del bien común de todos.

Hay que saber , en consecuencia, para qué se está en política y para qué no. Unas ideas que nunca pueden llevarse a la práctica frustran las expectativas de los que las promulgan. Pero una práctica carente de ideas aniquila las esperanzas de todos los demás.

Convendría reparar en estos delicados extremos.

Joaquín Calomarde

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