Las llamadas a la movilización de los partidos son un clásico de la campaña electoral. Todos se ponen ocurrentes para convencer al ciudadano de que se sacuda la pereza y vaya a votar, no vaya a ser que cunda la idea del paseo militar y luego haya menos votos de los necesarios. CiU anda ahora a la búsqueda de una mayoría aplastante para poder formar gobierno y que sus líderes no vuelvan a quedarse con cara de bobos. Que ya van dos veces.
Para estos casos, nada mejor que el Barça, manque pierda en casa y ante el Hércules. El candidato convergente a president, Artur Mas, ha avisado a los suyos de que «hasta los buenos equipos, con buenos pronósticos, cuando todo el mundo da por bueno un resultado, una victoria pueden perder». Una frase que suscribe Pep Guardiola con esa elegancia tan zen que lo caracteriza.
En un acto de practicismo a la catalana, Artur Mas ya ha dejado claro que la meta es el concierto económico. Con eso en el bolsillo, será mucho más fácil consolarse de no haber alcanzado la independencia. Josep Antoni Duran i Lleida ha optado por llamar a la prudencia. Eso de que un eurodiputado de CiU llamara franquista a Montilla por fijar las elecciones el día que juegan el Barcelona y el Madrid no son maneras.
De todas formas, quien decidirá si hay partido ese día no es José Montilla sino Jaume Roures, el todopoderoso accionista mayoritario de Mediapro. Roures ha dicho que, evidentemente, tendrá en cuenta que hay elecciones ese día. «Se han cambiado fechas de partidos de fútbol por la Semana Santa andaluza y nadie se pasa 70 días preguntando cuándo será el encuentro», comentó. Como si estuviera sorprendido por la expectación. Las elecciones del 28 de noviembre pueden llegar a ser un calvario no sólo para Montilla. Al fin y al cabo, unas autonómicas –y éstas aún más—provocan mayores efectos secundarios que siete días de procesiones.
Luz Sanchis