No lo tiene fácil Patxi López, observador a distancia de las negociaciones entre el Gobierno de España y el PNV, -cuyo acuerdo presupuestario es vital para la prolongación de la legislatura, dada la soledad del Ejecutivo- y testigo mudo de la apuesta negociadora del presidente de su partido en Euskadi, convencido de que el brazo político de ETA haya cogido las riendas de la banda, en lo que se viene a evocar como un «nuevo proceso de paz».
Sabedor del estrecho margen de que dispone en ambos casos, el lehendakari dirige la Ertzaintza y su discurso abunda en la deslegitimación del terrorismo, con lo que los hechos contrarrestan las opiniones, por relevantes que sean, del dirigente guipuzcoano. No ocurre así en el primer caso –la negociación de Zapatero con el PNV, como «interlocutor preferente»- donde no dispone de las riendas del trato, por mucho que ostente la máxima representación institucional de Euskadi. «Estaremos vigilantes» les dijo recientemente a sus compañeros en el Comité Nacional del PSE. Dispuesto al esfuerzo necesario para «unos buenos presupuestos», y para la siempre deseada vuelta del PNV a la senda estatutaria, expresa su reserva a que se logren los acuerdos «beneficiando a un partido (el PNV) en detrimento de los vascos». Así se lo ha hecho saber al compañero presidente.
Encauzada la negociación del Gobierno con el PNV con el posible traspaso de la gestión de las políticas activas de empleo a todas las comunidades autónomas –manteniéndose la titularidad estatal- queda por ver si la senda de la negociación del Gobierno con el PNV tiene otras derivadas, como el supuesto compromiso del PSOE de avalar la lista más votada para el gobierno de Ayuntamientos y Diputaciones en Euskadi. De tal forma que, ni siquiera en una estrategia de ‘transversalidad’ defendida en su día por el candidato socialista a lehendakari, éste tendría las manos libres: facilitaría los gobiernos al PNV ante la renuncia a juntar sus votos con el PP. Una circunstancia nada baladí, en una comunidad donde la suma de socialistas y populares podría desbancar al PNV de importantes instituciones de más de 50.000 habitantes.
El problema no sería la combinación de un gobierno constitucionalista en Vitoria y de otros nacionalistas en las instituciones forales o locales sino la falta de margen para hacerlo aquí o allá, siquiera en una hipotética apuesta transversal. En plena era de cambio por primera vez en tres décadas, el soterrado acuerdo PSOE-PNV cortaría de raíz la entente con el PP vasco, quien ya aceptó como mal menor el que sus socios en el Gobierno de Vitoria no desbancaran a la tercera fuerza política en la Diputación de Álava (el PNV), siendo ellos la primera. La estrategia sería el principio del fin de un lehendakari socialista.
Esta vez, la encrucijada vasca se ve alimentada por problemas ajenos a la propia comunidad. Y el anhelo de cambio, motivado por el fuerte acoso terrorista sufrido por las formaciones constitucionalistas (PP y PSE) sería flor de un día, susceptible de ser superado a la menor necesidad de sus partidos hermanos en el Gobierno de España.
El reto es tarea ambiciosa. Pero visto cómo ha administrado los tiempos desde que se alzó con la lehendakaritza no sería de extrañar que Patxi López, cuya calculada apuesta por un liderazgo discreto puede ser su principal freno, logre la cuadratura del círculo, sin necesidad de sacar la cabeza en sentido inverso a su compañero catalán. En esta tesitura, el PSOE debiera reparar en el contraste de la sangría de pymes en la era Montilla con la aceleración de la recuperación vasca, ponderando las propias características de los sectores en crisis, así como los efectos beneficiosos del Concierto Vasco. La superación del número de turistas en Euskadi en este año es sólo uno de los signos.
Chelo Aparicio