«Los gitanos rumanos han venido a Badalona exclusivamente a robar y a delinquir». Lo dijo Xavier García Albiol, aspirante a la alcaldía por el PP de Cataluña, en febrero de este año. Hace tres difundió un vídeo en el que aparecía conversando con varios badaloneses. Las palabras más repetidas eran «gitano», «delito» o «mezquita». De fondo, música rumana. Intercaladas, imágenes de una boca de metro que escupía marroquíes e indios cargados de maletas.
Después repartieron un tríptico de propaganda electoral con la foto de una pancarta en un balcón. «No queremos gitanos rumanos», se leía. Cuando el PP nacional se metió en el asunto, Alicia Sánchez Camacho salió a explicar que se les había colado. Le faltó decir que era un error de imprenta y se disculpó por no haberlo supervisado.
Lo han vuelto a hacer. El viernes pasado organizaron un acto de precampaña e invitaron a la eurodiputada Marie Thèrése Sanchez-Schmid, de la UMP de Nicolas Sarkozy, a darse un paseo por el barrio de La Salut de la mano de García Albiol y Sánchez Cámacho. Ni ellos ni los periodistas vieron gitanos rumanos porque se escondieron en sus pisos y cerraron la puerta. En Badalona no hay un ambiente idílico pero tampoco campamentos como los que limpia esforzadamente Sarkozy a golpe de deportación.
Sánchez-Schmid confesó sentirse confundida porque los socialistas de Bruselas le habían dicho que en España no hay grandes problemas con la inmigración y ella había detectado “miedo” al escuchar las inquietudes de los vecinos. En Vic y alrededores también saben mucho de miedo. Ultras como Josep Anglada se encargan de recordarlo.
Cataluña lleva años viendo cómo algunos de sus políticos coquetean con la discriminación racial. O cómo entran en escena recién llegados que montan nuevos partidos con el odio al que viene de fuera como único punto de su programa. Eso sí da miedo. García Albiol duerme tranquilo porque los gitanos nunca se instalan en barrios bien como Pedralbes.
Luz Sanchis