Pasada la refriega socialista, Trinidad Jiménez y Tomás Gómez se ven las caras. ‘Juntos por un proyecto común’, proclaman, quieren apagar el conato de la revancha y el recelo cainita de las futuras listas. En ellas, excepto la ministra, todos quieren un hueco. Tras el último abrazo de ambos en la sede del PSM, con la militancia tomasista aclamando al compás de ‘presidente’, ‘democracia’, ‘se va a acabar la dictadura federal’, ahora toca la foto más calmada, el posado de la paz. La reunión del Comité Regional pretende zanjar el debate público de las fisuras internas y los daños colaterales tras las primarias. Sin embargo, parte del PSOE no reconoce algunas de las lecciones más importantes de su crisis con efecto rebote en el Gobierno. Entre ellas tres:
Tensiones internas. José Blanco admite la “derrota” pero deja esta joya: “En este proceso he manifestado claramente mis preferencias. Yo hablo alto y claro, no me escondo en el anonimato como pueden hacer otros, y otras”. Sobre lo primero, no es que apoyara a Jiménez, es que impulsó el proceso desde dentro antes de tener el nombre de la candidata. De lo segundo, habla de reconciliación y simultáneamente da otro codazo a la secretaria de organización de su partido. El revés en público, con la que está cayendo, no parece oportuno, ni fiel a la integración de los bandos, ni tiene precedentes.
Si Blanco insinúa que Pajín debía haber hecho público uno u otro nombre, con ello habría vulnerado el equilibrio de las propias primarias. Así que parece que algo de lucha generacional ha habido. Porque no imaginamos a Pajín defendiendo su apuesta como lo han hecho Blanco o Rubalcaba y que, tras el fracaso, se paseara por los restos del seísmo con la explicación de Rubalcaba, “digo lo que pienso, a veces gano, las más no”, sin que tuviera consecuencias directas en su puesto.
La caída del Zapaterismo. José Blanco niega que quiera desbancar al presidente de Gobierno en caso de que no repita. Es decir, si algo han conseguido con la gestión y forcejeo de las primarias es hablar abiertamente del sitio que dicen no querer ocupar. Han logrado acuñar el término tabú del postzapaterismo y destapan, sin quererlo, una nueva generación de políticos que podrían hacer sombra al presidente y en la que no están todos; Patxi López, Guillermo Fernández Vara, José María Barreda, Leire Pajín. Es más, el antizapaterismo ahora, también existe. O así lo gritó una minoría de militantes el día de la victoria de su líder de Parla.
Ganar Madrid. Que Gómez sea un buen candidato para los socialistas no significa que pueda dominar el partido ni superar a Esperanza Aguirre. Gobernar el PSM con un 51 por ciento de apoyos tiene su juego. Según algunos partidarios afines a la candidatura de Jiménez, “la integración es una tregua hasta las elecciones, no hay sitio en las listas para todos, y Aguirre va a jugar a salirse del mapa, a conseguir un amplio resultado electoral en Madrid para intentar sustituir a Rajoy”.
Por los hechos de los últimos meses parece que, más allá del debate de primarias y militantes, los asuntos pendientes de Ferraz y Gobierno serán enfocar el funcionamiento del aparato, el liderazgo de Zapatero y las próximas elecciones autonómicas y generales. Podría ocurrir que, cuanto más nieguen las grietas en el PSOE, menos se dediquen a apuntalar los muros. Y cuantas más estrategias soterradas, mayor palanca en huecos que amenazan derrumbe. Entre la avalancha diaria de declaraciones, citas y visiones, de momento la más realista es de Zapatero. Malos tiempos para renovarse, mejor “rectificar” o morir. En esto, como advirtió Cándido Méndez, empieza a ser un experto.
Pilar Velasco