El presidente Rodríguez Zapatero, abucheado durante el desfile de la Fiesta Nacional, dijo este martes que esa reacción es “parte del guión”. No hay duda, a la vista de que se repite año a año, pero de un mal guión del que más valdría alejarse. Los que se acercan a estas celebraciones para gritar contra el presidente se sienten defraudados, seguramente, por la gestión del Gobierno o por lo que consideran un agravio a los “valores” que defienden. Ni este acto es el lugar adecuado para lo primero ni parece muy coherente que los segundos sean compatibles con el desprecio a los valores del respeto institucional.
El respeto institucional es, por ejemplo, ver cómo los republicanos norteamericanos, tan contrarios como enfadados con Obama, se ponen en pie y aplauden la entrada del presidente en el Congreso y cómo reprochan con dureza la actitud de uno sólo de ellos que interrumpe el discurso llamándole mentiroso. No solamente es preciso acertar en el modo y el lugar en el que se hacen públicas las protestas por una determinada política; es también necesario respetar el sentido de las celebraciones institucionales. Que los gritos contra Rodríguez Zapatero no se acallaran ni cuando se realizaba la ofrenda a los caídos demuestra el desbordado fanatismo de este modo de protestar.
El presidente del Gobierno está empeñado en demostrar su incapacidad para gobernar seriamente y preservar la estabilidad institucional y política en momentos tan graves como los presentes. Pero un espectáculo como el de este martes, un guión de esta naturaleza, no le añade desprestigio alguno. Los que se desprestigian a si mismos son sus protagonistas. Irrespetuosos con lo que la celebración significa e incoherentes moralmente: serán los mismos que, a continuación, se quejen airadamente de la ausencia de la bandera de Venezuela en el desfile.
Rodríguez Zapatero lo soporta como parte de un guión, pero a mi me habría gustado ver a un líder de la oposición pidiendo, en un momento así, silencio.
Germán Yanke