Voy a referirme a diversos juicios sobre intelectuales cercanos o más distantes, fruto de diálogos con el escritor Mario Vargas Llosa, ocurridos en el camino, que se ha hecho para andar, como decía el padrecito Cela. Sostiene Vargas Llosa que las buenas obras nos ayudan a vivir porque “nos hacen falta para ser más felices” y, a la vez, “amplían nuestro horizonte vital”. Así, una gran novela es más perfecta, coherente y rica que el mundo vivido desde la perspectiva del lector.
Como resultado de esas conversaciones, he logrado obtener diversas siluetas de no pocos escritores. De ellos, he escogido algunos por todos frecuentados. Así, por ejemplo, hemos hablado de nuestro José Enrique Rodó, quien murió, como se recordará, en el “Hotel des Palmes”, en Palermo (Sicilia), solo, tras dolorosa agonía. Y bien, esta es la opinión del escritor peruano: “Yo creo que Rodó fue un gran prosista, en primer lugar, y luego un pensador generoso, que tuvo una visión idealista de América. Seguramente, su visión está muy condicionada, en parte, por mitos de la época Pero su idealismo, su fe en los grandes valores, su creencia en la cultura como un instrumento civilizador, modernizador, que crea una comunidad espiritual más importante que aquellas que marcan las fronteras, y su visión profundamente americanista, ello, me parece que sigue siendo muy válido. Por otra parte, hay que destacar los aspectos puramente literarios, de la prosa y de la cultura de Rodó”.
Hablando de Jean Paul Sartre, me comentó lo siguiente: “Su caso es el de un pensador de una época que muy díficilmente volverá a tener vigencia. Creo que Sarte, con toda su inteligencia y la influencia que llegó a tener, está como fechado. Se equivocó mucho más de lo que acertó en el campo político. Yo creo que esa frase del escritor catalán Joseph Pla, sobre el escritor Marcuse, es una frase que se podría aplicar a Sartre, quizá con más justicia que a Marcuse: “contribuyó más que nadie a la confusión contemporánea”. Creo que políticamente Sartre fue un hombre que se equivocó sistemáticamente, que contribuyó muchísimo a desvalorizar la democracia, a justificar el socialismo, el colectivismo, aún con los peores crímenes, en nombre de una historia que la realidad contemporánea ha desmentido y ha desechado”. De manera que esa obra, para mí, hoy en día, no tiene vigencia, sino que probablemente la va a tener menos en el futuro”.
André Malraux ha estado presente en nuestras conversaciones y así ha opinado: “Creo que es uno de los grandes escritores del siglo veinte. Por desgracia hoy no tan leído ni tan admirado como debía ser, quizá por razones políticas porque la última etapa de Malraux fue mucho más la de un político que la de un escritor. Y eso ha hecho que se pierda la perspectiva sobre la importancia de su obra. Sin embargo sus novelas y también algunos de sus ensayos, me parecen de una inmensa riqueza intelectual”.
Y, para finalizar, una anécdota jocosa. Cuando le concedieron el “Premio Rómulo Gallegos” (fue el primero en concederse), por “La casa verde”, conoció en esa oportunidad al ilustre escritor y contaba: “Gallegos me comentó dos o tres cosas, y despareció; pero alguien volvió a hablarle de mí y del premio con su nombre, y entonces, conociendo la dotación del mismo, se acercó nuevamente y me dijo: “¿Por qué no me lo dieron a mí?”.
Ahora, Mario Vargas Llosa, caballero de las letras y Nobel por la Literatura del 2010, seguirá su batalla de siempre, esa por la que le admiramos y queremos. A favor de los sueños de ojos abiertos, y la libertad. Por eso, como ha escrito Germán Yanke, este Mario, que dijo ser “el otro”, es el nuestro. Felicidades, maestro.
Rubén Loza Aguerrebere