El rescate de los 33 mineros chilenos a 622 metros bajo tierra ha sido una hazaña extraordinaria. El New York Times ha editorializado definiendo el hecho como “la lección de un país del tercer mundo, al mundo entero”. Lo cierto es que, desde el comienzo, cuando el gobierno del presidente Sebastián Piñera decidió que, ante la incertidumbre, los mineros estaban vivos y deberían ser localizados y rescatados, un vastísimo plan se puso en marcha, sin dejar detalle sin tocar. Así, se buscó el asesoramiento de los técnicos especializados estuvieren donde estuvieren, y de ahí que una perforadora especial llegara desde Estados Unidos y que el ingeniero especialista en túneles fuera traído desde Afganistán, donde estaba desempeñando tareas, y que técnicos de la NASA dieran su asesoramiento en la propia mina. Paralelamente, médicos y psicólogos atendían a familiares acampados en la zona, donde inclusive se instaló una escuela para los niños. Y a partir del día 18, localizados los mineros, comenzaron su segunda tarea, utilizando incluso la correspondencia de los familiares, para que reinara la paz y tranquilidad bajo tierra, entre aquellos que aguardaban, mientras en la superficie se hacían los trabajos de perforación y mantenimiento de los prisioneros bajo tierra. Por túneles menores se hizo llegar el agua, la comida y los medicamentos y hasta los catres de dormir, así como las instrucciones médicas y de otra atención. Los químicos determinaron la alimentación para semejante situación teniendo en cuenta los valores nutritivos de la misma y hasta la evacuación natural del cuerpo humano.
Cuando apareció a la superficie el primer minero rescatado, hasta el momento en que Piñera saludó al último de los rescatistas, no hubo en Uruguay, desde donde escribo, otro tema que éste, valorándose altamente la unión del pueblo chileno por encima de cualquier diferencia. Sólo los guiaba el amor por la vida. Aquí se ha dicho que el instante en que Urzúa (jefe del grupo de mineros por su esfuerzo y personalidad) salió a la superficie y el presidente Piñera le estrechó la mano diciéndole “tomo su turno”, fue el momento culminante de esta hazaña única en el mundo. Los 33 que estaban vivos, habían sido, finalmente, rescatados con vida.
A medida que van pasando los días, sabemos que los primeros días, bajo tierra, fueron de inquietud, incertidumbre y de guerras intestinas. Había quienes querían dinamitar una torre, los que querían utilizar el fuego para dar señales al exterior o utilizar la maquinaria para que temblara la tierra, como una pista más. A ello, se sumó la falta de alimentos, la división entre mineros, la anarquía. Poco a poco, Urzúa, se fue imponiendo como líder y así se llegó a sistemas de exploración de diversos túneles, al envío de señales de humo en otros niveles de la mina, a decidir acciones de manera meditada y hasta determinar un sistema de penalidades que no se ha revelado.
Ahora comienza para todos una nueva vida. Para los mineros, que han regresado a sus hogares, pero no solos, sino acompañados de médicos y psicólogos. Para el país entero y unido, como ha dicho Piñera, pues Chile se ha alzado al primer lugar de los países sudamericanos. Por ello, tres días después del milagro, el presidente Piñera (cuya popularidad ascendió al 83%) ha iniciado una gira europea, que comenzó en Gran Bretaña, donde obsequió piedras de aquella mina a la Reina Isabel II y al primer ministro Cameron, y proseguirá por Francia y Alemania, en procura de inversiones para su país. Paralelamente, ha nacido la una nueva personalidad: el Ministro de Minería chileno, el ingeniero Laurence Golborne (quien tiene un 96% de adhesión); fue la cara más visible del gobierno de Piñera en esta hazaña, y ahora ya lo ven como un futuro presidenciable.
Chile ha dado una lección al mundo, que lo sitúa en lugar destacado porque todo se hizo con seriedad y un claro compromiso de la inteligencia con las circunstancias. Fue un país generoso, con almas gemelas, que tenían a la vida como punto esencial de sus ambiciones. Así sacó, de las sombras a la luz, a aquellos 33 hombres. Todo un símbolo. Un amplio camino abierto tiene por delante. ¡Viva Chile!
Rubén Loza Aguerrebere