Valeriano Gómez puede pasar a la historia de la física si logra lo que ningún científico ha conseguido hasta la fecha: la cuadratura del círculo. Y es así porque siendo como es el nuevo ministro de Trabajo contrario a la nueva ley de Reforma Laboral le toca ahora liderar su desarrollo reglamentario y la aplicación de la una norma en la que no cree. Su presencia en la manifestación sindical del 29-S nos ahorra otros comentarios sobre la postura del señor Gómez, que al estar allí apoyando la huelga general no puede ser otra que la del rechazo al mencionado texto legal. Coherencia de un sindicalista pata negra.
Ante la sorpresa del anuncio del nuevo Gobierno, con claves para la interpretación ad líbitum, en la que resplandecen nombres como Alfredo Pérez Rubalcaba, Rosa Aguilar y Leire Pajín, se ha prestado menos atención a otras carteras, como es el caso de la de Trabajo, cuyo nuevo titular tiene por delante mucha faena. Al día siguiente de la huelga general, el Presidente del Gobierno declaró que no había marcha atrás en la Reforma Laboral, entre otras cosas –añadimos nosotros- porque los organismos internacionales, la UE, el FMI y el Banco de España, vigilan estrechamente el cumplimiento de las medidas de ajuste, e incluso advierten que aun pueden ser insuficientes. Elena Salgado ha dicho que no se deben descartar otras actuaciones si el peso de la deuda soberana no disminuye.
Con el 20 % de tasa de paro y el divorcio Sindicatos-Gobierno, Valeriano Gómez deberá hacer equilibrios en la cuerda floja para no desdecir la letra de la ley y al tiempo recomponer el diálogo con el mundo del trabajo. Y sin poner en tela de juicio su valía como interlocutor, tarea en la que ha demostrado habilidad y buen sentido, no es menos cierto que tendrá que emplear horas y horas en lo que tan gráficamente llaman los italianos culo di ferro, o lo que es lo mismo capacidad de aguante en las negociaciones por largas que sean las sentadas.
Se nos antoja este nombramiento como una de esas operaciones de alto riesgo a las que nos tiene acostumbrados Rodríguez Zapatero. Si sale con barbas san Antón…, cabría decir ante semejante jugada: un sindicalista con diecisiete años de antigüedad en la UGT al frente del Ministerio de Trabajo, destinado a gobernar una reforma laboral ante la que se ha mostrado crítico en público y en privado. No es de extrañar, por tanto, que Cándido Méndez y Fernández Toxo hayan acogido su nombre con mucha prudencia a la espera de ver cómo se desenvuelve Gómez en el foso de caimanes en que se han convertido las relaciones laborales.
En principio, nos parece misión imposible. Pero hemos de esperar a que esos cien días de confianza que se dan a todo nuevo cargo señalen hacia dónde pone proa el nuevo patrón del buque. Si Valeriano Gómez logra recomponer el puzzle de piezas que ha dejado amontonadas la Reforma Laboral, no nos dolerán prendas en reconocer que estamos ante un político taumaturgo entre cuyas habilidades está la cuadratura del círculo.
Francisco Giménez-Alemán