Para explicarse mejor. Es la justificación del presidente Zapatero para su nuevo Gobierno. Alfredo Pérez Rubalcaba lo será todo en este Ejecutivo: vicepresidente, portavoz, ministro de Interior a la busca de la paz con ETA y mentor. Tanta acumulación de poder no se conocía desde la Restauración, a la que cada vez se parece más este tiempo de alternancia bipartidista, tensiones nacionalistas e intentos regresivos del estado del bienestar y los derechos sociales. Para acompañarlo en la comunicación de la política preelectoral, Ramón Jáuregui al frente del Ministerio de Presidencia. De él se ha apresurado a decir el presidente que “se explica muy bien”. Un Gobierno con dos portavoces, quizá con dos presidentes.
La era de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega acaba. Con ella se cierra el último capítulo del olvidado talante, trasmutado en desencuentro con la opinión pública, los medios, los sindicatos, los empresarios y hasta con una parte del propio partido.
Rubalcaba cambiará el mensaje político del Gobierno y su comunicación. El vicepresidente será más bien un primer ministro con un Zapatero que, como sus predecesores Aznar y Felipe González, adopta modos presidencialistas al final de su mandato. En la política y la comunicación Rubalcaba será un nuevo olivares. Jáuregui pondrá orden en las políticas y mensajes de los ministerios, y coordinará la estrategia parlamentaria por encima de José Antonio Alonso y el grupo socialista.
El Gobierno perdió pronto su estrategia de comunicación, cuando Miguel Barroso dejó la Secretaría de Estado de las narrativas republicanistas y la reforma audiovisual para ser sustituido por el error Moraleda. Desde entonces la vice ha personificado y monopolizado un mensaje cada vez más difuso entre contradicciones y mudanzas explicadas de viernes en viernes en la rueda de prensa del Consejo de Ministros.
Zapatero plantea un Gobierno para recuperar la iniciativa política y achicar los puntos que el PP le saca en las encuestas con un líder sometido a una estrategia de silencio que más parece un golpe cortesano al liderazgo blando de Rajoy.
Con la marcha de De la Vega, la patronal de las televisiones privadas pierde a la defensora del fin de la publicidad en RTVE. Los editores de libros y diarios echarán de menos a una interlocutora comprensiva con sus problemas y la defensa de sus derechos frente a la ofensiva digital. En un Ministerio de Industria con escaso peso político se debate el reparto del dividendo digital, el despliegue de las redes de banda ancha y las nuevas plataformas digitales, claves para la sociedad de la información. La guerra del fútbol se sigue jugando entre Prisa y Mediapro mientras El País se acerca de nuevo a La Moncloa con un Rubalcaba que siempre ha sido lector y fuente fiel.
La comunicación cambiará. Ya veremos la política.
Juan Varela