Dos semanas para las elecciones, y se nos viene encima otra memorable oportunidad de sentar precedente. La pregunta es por qué parece que no aprendemos.
Ginni Thomas escogió este mes para reabrir un capítulo racialmente cargado de hace dos décadas exigiendo disculpas a la acusadora de su esposo, Anita Hill. La Commonwealth de Virginia ha elegido este otoño para facilitar a los estudiantes de cuarto libros escolares que afirman falsamente que miles de soldados negros lucharon por la Confederación. Y ahora tenemos a la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color equiparando al movimiento de protesta fiscal con el Ku Klux Klan.
La provocación más reciente se producía durante una conferencia celebrada el miércoles orquestada por la Asociación y otros grupos de derechos civiles para difundir un nuevo informe «Nacionalismo fiscal». El propio informe, realizado por el Institutos de Investigación y Educación de los Derechos Humanos, parece ser relativamente tibio. Pero el momento — 13 días antes de unas legislativas — es sospechoso, y el acto de presentación fue por momentos volátil.
El reverendo William Barber, secretario de la delegación de la Asociación en Carolina del Norte, utilizó su tiempo durante la conferencia para equiparar a los activistas fiscales con los racistas del Sur durante la Reconstrucción y con terroristas y asesinos durante la era de los derechos civiles.
«Tenemos una inquietud particular con las posturas de supremacía, la violencia, el lenguaje de odio, particularmente cuando se origina en la noción de recuperar o devolver o redimir a este país», decía Barber. «Porque, en la mentalidad socio-histórico-política estadounidense, tenemos indicadores históricos que nos apuntan lo peligroso que es dar legitimidad a esto».
Por ejemplo:
«Sabemos que en 1867 el Ku Klux Klan, por ejemplo, dejó claros sus objetivos políticos, relacionados con recuperar y volver a liberar, por así decirlo».
«Y luego cuando pasamos a la Era de la Reconstrucción, encontramos esta misma tentativa de imponer esta división, este lenguaje de odio… ‘Tenemos que restaurar América. Tenemos que recuperarla'».
Barber saltaba a 1963. «Cuando George Wallace se valió de este lenguaje y estas ideas de división, lenguaje de odio muy virulento, Medgar Evers perdió la vida en junio de ese mismo año… Sufrimos la destrucción de una iglesia, cuatro menores perdieron la vida en la catequesis dominical y luego asesinaron a un presidente».
Entendido, reverendo. Es difícil ver en qué sentido ir hablando de George Wallace y el KKK y los asesinatos de la década de los 60 es mejor que tener a activistas fiscales equiparando constantemente al Presidente Obama y a los Demócratas con Hitler y los Nazis, o con Stalin y los comunistas.
Como documenta el informe del movimiento fiscal, hay realmente sentidos en los que los supremacistas blancos se han aliado con el movimiento fiscal, y se han visto acciones racistas en concentraciones del movimiento fiscal. Pero también es cierto que, como decía el secretario de la NAACP Benjamin Jealous al inicio del acto, «la mayoría de los activistas fiscales son gente sincera de principios y buena disposición».
¿A qué viene pues meter a miles por no decir millones de ellos en el saco del racismo por utilizar lemas como «Restaurar el honor» o «Recuperar América» — lemas que han sido utilizados por muchos sin rastro de racismo? ¿Puede ser que el objetivo sea buscar las cosquillas al movimiento fiscal, movilizar a los votantes afroamericanos en víspera de las elecciones?
La Asociación para el Avance de las Personas de Color y el movimiento fiscal llevan ya algún tiempo tirándose los trastos. En julio, la Asociación aprobaba una resolución que exige que el movimiento fiscal rechace a «los elementos racistas» del movimiento. Un líder del Tea Party Express, Mark Williams, respondía con una diatriba racista dirigida a Jealous — y fue excomulgado del movimiento enseguida.
Jealous, durante el acto de ayer, reconocía el mérito de «unos buenos pasos en la dirección adecuada», incluyendo la expulsión de Williams. Al difundir el nuevo informe, decía «esperamos ver más medidas al concentrar más atención».
Pero verter estas acusaciones antes de las elecciones gratuitamente añade más leña que atención. En el acto, el presidente de Communications Workers of America Larry Cohen trataba de exponer el argumento de que las políticas económicas del movimiento fiscal son también prueba de «odio» entre sus filas. «Es un programa económico que odia a los obreros», razonaba. «La mayoría de los partidarios de los que hablamos en este informe también renuncian a cosas como el salario mínimo o el contrato colectivo… Tanto si se glorifica la esclavitud como si se glorifica un sistema de gestión en el que el obrero no tiene voz, el movimiento fiscal es un paso atrás».
Lo lamento, pero eso no se sostiene. Oponerse al contrato colectivo puede ser mala idea, pero no tiene nada que ver con «glorificar la esclavitud». Es correcto señalar a los provocadores raciales en el seno del movimiento fiscal. Pero es mejor no responderles con más provocaciones raciales.
Dana Milbank