El alcalde de Valladolid prometió nada más llegar al cargo limpiar su ciudad de “piojos, pulgas y putas”. Cuando un joven le insultó llamándolo fascista, se puso a su nivel y lo llamó “hijo de puta” como si su cargo no lo obligara a demostrar mayor educación. También ha dicho “tonto” o “impresentable” en cuanto un adversario político le ha sacado de sus casillas, lo que no resulta nada difícil dada su reconocida tendencia a las explosiones coléricas.
Si se trata de mujeres, el alcalde de Valladolid se crece. Presumió en un mitin de que en su ciudad había nacido Soraya “la lista”, en referencia a la portavoz de su partido en el Congreso, para insultar así a Soraya Rodríguez, secretaria de Estado de Cooperación.
La ministra de Defensa le pareció “la señorita Pepis vestida de soldado”. Dudó sobre si Bibiana Aído era “un ser vivo o un ser humano”. Y quien ahora es “señora ministra“, hace unas horas era “la Pajín repartiendo condones” y desataba su imaginación calenturienta.
Seguro que Ana Botella, paciente de su consulta ginecológica, Mª Dolores de Cospedal, Esperanza Aguirre, Sáenz de Santamaría y todas las mujeres del PP con o sin cargo esperan más que una disculpa refugiada en la incontinencia verbal. Y lo mismo deberían exigir los hombres del partido, porque seguro que son defensores convencidos de la buena educación y de que hombres y mujeres se merecen el mismo respeto. Pese a haber recurrido la Ley de Igualdad.
Luz Sanchis