Chris Van Hollen es hombre de confianza.
«Confiamos en llegar a conservar la mayoría y confío en que Nancy Pelosi sea la presidenta de la Cámara», dice el congresista de Maryland encargado de que la Cámara siga siendo Demócrata.
«Tengo confianza», decía a la prensa durante un desayuno mantenido la pasada semana, en que «el día después de las elecciones… tengamos mayoría».
¿Qué opinión le merece el Representante Ciro Rodríguez, D-Texas, que se rumorea va por detrás en su apuesta a la reelección? «Tenemos mucha confianza en que termine ganando».
¿Y con el Representante Bruce Braley, D-Iowa, que se enfrenta a una inesperada amenaza? «Confío en que termine ganando».
¿Por qué hay tanta confianza en que no se trata de otro cambio de tornas como el de 1994? «En los temas concretos, los electores tienen más confianza en los candidatos Demócratas», dice.
¿Pero no apuntan todos los indicios a un triunfo Republicano? «Confío en terminar conservando la mayoría», repite el hombre de confianza.
Algo en lo que we can tener una confianza razonable es en que si Van Hollen estuviera hablando confidencialmente, y no a una estancia rebosante de prensa, manifestaría muchísima menos confianza. Pero tiene el desagradable deber de mantener las apariencias, impidiendo que se extienda el pánico Demócrata mostrándose entero la víspera de la que promete ser una paliza de proporciones monumentales.
Que el USS Demócrata esté haciendo aguas hasta con Van Hollen al puente indica con exactitud lo espeluznante que va a ser este año para el partido en mayoría. Hace 16 años, los satisfechos Demócratas fueron pillados por sorpresa, perdiendo 54 escaños y su mayoría. Esta vez vieron venir a los Republicanos y, a instancias de Van Hollen, hicieron todo lo posible por reforzar sus posiciones. Pero aún así las apuestas esperan ya una derrota parecida a la del 94 y el homólogo Republicano de Van Hollen, Pete Sessions, ve posibilidades de hacerse «con facilidad con 95-100» escaños.
Es puramente lógico, entonces, que Van Hollen piense mejor su decisión de volverse a alistar como secretario del Comité Demócrata de Campaña al Congreso en lugar de ocupar un cómodo puesto en la cúpula de la Cámara tras dirigir la victoria de 21 escaños de su formación en 2008. Le pregunto si lamenta volver a formar parte del Comité como secretario, cosa que hizo a instancias de Pelosi.
«La respuesta corta a tu pregunta de si me alegro o no de ocupar el puesto es, eh, eh, me alegro de estar donde estoy en este puesto, pero diré que obviamente, ya sabe, ah, es un ciclo difícil», explica. «Pero cuando la presidenta me pidió volver a desempeñar este puesto, dijo que no quería alguien que empezara en prácticas».
Mi colega del Washington Post Paul Kane preguntaba si Van Hollen concurriría a una tercera legislatura en el Comité. «Puedo decirle que no va a ser así», decía enfáticamente. «Puedo ser absolutamente claro al decirle que no va a volver a suceder».
Durante una presentación fresca, Dave Cook, del Christian Science Monitor, citaba un artículo reciente describiendo el papel de Van Hollen como «uno de los puestos más escalofriantes de la política». Cook añade: «Y probablemente estar aquí se encuentra justo a la cabeza de la lista».
«Sí, duele», reconocida Van Hollen.
Cook hacía referencia a «nubarrones en el horizonte» de Van Hollen, y su «legislatura menos divertida» en el Comité. En la práctica, Van Hollen parecía encontrarse en un estado de acusada incomodidad. Apartó el desayuno con un gesto, apretaba la mano en puño y se volvía cada vez más rojo a medida que transcurría la hora. Sus notas manuscritas contenían un rico abanico de eslóganes felices («¡Aprobamos la reforma del sector financiero!» «¡El presidente pidió cuentas a BP!»).
Tras seis minutos, Cook le cortó. Era momento de ruegos y preguntas, y no fueron amistosas. «¿No sería más eficaz capitanear sus tropas en lugar de quejarse del reglamento? … ¿Por qué piensa que la Casa Blanca tuvo tantos problemas para trasladar un mensaje coherente? … ¿Cómo va a salvar estos escaños de los Demócratas conservadores?»
Van Hollen volvía a sus lemas, citando encuestas favorables en un magnífico total de tres distritos electorales, y el éxito en un trío de elecciones extraordinarias — celebradas hace cinco meses, 12 meses y 19 meses.
También ofrecía más excusas, como la desventaja «cinco a uno» de «los fondos de origen misterioso que se están invirtiendo en campañas de todo el país» y que «obviamente han borrado sonrisas». Y lamentó la desidia de «unos cuantos legisladores con los que trabajamos hace muchos, muchos, muchos meses para coordinar su actuación que no siguieron ese consejo».
Ni siquiera un político consumado como Van Hollen puede mantener las apariencias en solitario tanto tiempo.
Dana Milbank