domingo, noviembre 17, 2024
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Bye bye Ríos

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Hoy voy a pasar olímpicamente de escribir de política o cualquier cosa que se le parezca. No haré ningún comentario sobre las ansias de la Gran Señora de Madrid, ni del desastre de gestión que Gallardón está perpetrando en el Ayuntamiento y la ciudad de Madrid; tampoco de los sueldos de la presidenta del nuevo Partido de los Trabajadores de España, la señora De Cospedal, ni siquiera del señor de la tumbona.

No. Lo dejaremos para otro día.

Hoy toca otra cosa que, emocionalmente, para mí es una prioridad.

Para quienes ya tenemos una edad y hemos vivido con intensidad los años 80 en Madrid, existen dos referencias culturales y musicales tan indescriptibles como añoradas. Debe ser cosa de los años: la Movida y Miguel Ríos. En mi caso, y de modo especial, Miguel Ríos.

Es curioso que los pioneros del rock en España –y también lo cantautores-  derivaran intelectual y políticamente hacia posiciones de izquierda. Era lo que probablemente tocaba y, con intereses musicales bien diferentes, con el tiempo todos hicieron piña: el propio Miguel Ríos, Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén, Joaquín Sabina y algunos más.

A mí, esos “apaños” nunca me han gustado. La música es la música y la política es la política. De modo que, cuando asisto a un concierto de cualquiera de los citados, únicamente espero una buena actuación y un mejor sonido que te acompañe a casa con el “pitido” en los oídos de los miles de decibélios desplegados.

Y en esas, Miguel Ríos, es el Número Uno.

¡Cielos, se jublila!

Este fin de semana es la última vez que lo vemos en concierto en Madrid. No ha habido una sola actuación del de Granada a la que no haya acudido: “Los viejos roqueros nunca mueren”, en el parque de atracciones; después otro concierto en el que participé días después de la muerte de mi padre y lo que mi madre nunca acabó de entender; más tarde el “Rock´n´Ríos”, en el antiguo Pabellón del Real Madrid de la Castellana, con cientos de policías en las gradas, por si acaso, y con mi amigo Abraham; no faltó el “Rock de una noche de verano” en el Estadio del Rayo Vallecano;  otros en el Palacio de Deportes y el campo del Moscardó, en Usera; ni por supuesto el fracaso de “Rock en el ruedo”, en las Ventas y algunos conciertos sueltos en otras salas madrileñas cuando ya se le había pasado el encanto “ochentil”.

En su última canción, lema de su despedida, “Bye bye Ríos”, dice y canta que “no quiere envejecer nunca en el escenario” y que “se acaba la función”.

¡Joder, Miguel, si te jubilas, a los que te hemos seguido también nos empiezas a jubilar! Y eso no es justo.

Pero como la decisión está tomada, a los incondicionales únicamente nos queda vivir su última actuación.

Y no será “Bye Bye Ríos”, con lo que nos vamos a quedar, sino con “Bienvenidos”, porque como se encargó de predicarnos en sus canciones el “rock es boomerang”.

Y como los viejos rockeros nunca morimos, aunque ahora tengamos que disfrazarnos de traje y corbata, desempolvaré para su último concierto mi vieja “chupa” de cuero de los 80, para sentir el ruido de fondo del ¡oe, oe, oe! y evitar el ángulo muerto “a solas con mis recuerdos, los falsos y los verdaderos”, como dice en uno de sus temas.

Esto no se acaba, es solo una parada del blues del autobús.

Para todos. Y muchas gracias por tantos años de rock.

Alfonso García

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