Tres periodistas españoles son golpeados por los fanáticos que el régimen marroquí coloca en los puntos que considera estratégicos. A dos parlamentarios vascos y otra Navarra se les impiden viajar al Sahara. Poco después también al europarlamentario de IU Willy Meyer, que quería conocer personalmente la situación del campamento de protesta. El Gobierno de Rabat cierra la única vía de acceso al lugar y se teme la intervención de fuerzas especiales. El rey de Marruecos, conmemorando los 35 años de la Marcha Verde, lanza un discurso en el que no respeta ni de lejos las resoluciones de Naciones Unidas. Nada es nuevo pero, la repetición y el agravamiento, merecerían, al menos, una respuesta.
Una respuesta, desde luego, más allá de la indignidad de “respetar” aunque no sean las españolas estas “costumbres” del régimen de Marruecos, como vino a decir nuestra flamante ministra de Exteriores en compañía de su colega de Rabat. Si, como dice la doctrina gubernamental, la ONU sólo se preocupa del Sahara porque España se balancea entre una cosa y su negación, van aviados los saharauis. Pero mientras nuestro Gobierno respeta ya demasiadas cosas, ha sido la ONU la que ha puesto negro sobre blanco la vulneración de los derechos de los militantes saharauis y la nula disposición de Rabat a la búsqueda de una solución e incluso a la discusión razonable y abierta, a la que sí se plegó el Polisario. Esa es la realidad, sin repetir, como ya he hecho en otras ocasiones, la especial responsabilidad de España como antigua potencia colonial.
El Gobierno español debe reaccionar. Si todo lo que se ha soportado es por mantener buenas y útiles relaciones, debería notarse en momentos como estos. Y si el afán por salirse con la suya es superior en el Gobierno y en la Casa Real de Marruecos a ser razonable, la respuesta debe ser proporcionada. Y es urgente. Por cierto, ¿qué piensa el otrora beligerante PP?
Germán Yanke