Desde sus publicaciones iniciales hasta este reciente y espléndida novela, ‘El sueño del celta’, que aparece a un mes de haber recibido el Premio Nobel, la caudalosa obra de Mario Vargas Llosa, que abunda en páginas admirables, lo convierte en uno de los grandes renovadores de las letras modernas. Gracias a su imaginación y al poder de su escritura, nos muestra que es un clásico, pues abre el mundo a nuevas expectativas de comprensión e interpretación. Esta vez, el análisis del mal.
Esta novela se centra en un personaje casi legendario. Debemos recordar que, para escribirla, viajó al Congo y a Irlanda, en procura de la mayor información posible sobre el personaje central, y como para situarse en la escritura de esta aventura que comienza hacia 1903, en el Congo, y termina en Londres en 1916.
Lo suyo es la escritura, y así lo hace evidente desde el primer párrafo: aquí comienza el desarrollo de la vida de un nuevo personaje diferente y extraordinario. Se trata de Roger Casement (1864/1916), quien fue cónsul británico en el Congo a principios del siglo XX, y amigo del célebre escritor Joseph Conrad, y al cual su recreador ve como un fascinante visionario, y así lo muestra. También lo vio: «mitad héroe, mitad hombre normal, con sus debilidades y contradicciones». Naturalmente, así como palpita en estas páginas, este hombre que, entre tantas cosas, denunció las atrocidades del colonialismo en el Congo. Como todo novelista, si bien se ha basado en acontecimientos reales de la vida de Casement, con poderosa invención ha imaginado el resto de esta novela caudalosa e intensa, con páginas donde abunda la violencia, las variadas formas de la barbarie, el lado oscuro del alma.
Lo que ocurrió en Africa (como en la Amazonía) fue despiadado. No obstante, hay allí alguien que sueña un sueño. Y lo lleva a concretar otra andadura no menos devastadora. De ahí la tenacidad de sus acciones, noveladas poderosamente y sin escatimar, a semejante infeliz vida, nada, o sea, afectos, sentimientos, recuerdos, condenas, sin ninguna circunspección. A menudo, y en pequeñas y sutiles observaciones, en medio de tal vastedad, Vargas Llosa ilumina toda su grandeza como novelista, porque también en la intimidad el suyo fue un personaje múltiple.
Así, ‘El sueño del celta’ confirma que el nuevo Premio Nobel es uno de los más sutiles y descarnados testigos de la realidad, a la que se limita a observar y pintar, pero sin permitir que olvidemos en este libro la tristeza de lo que cuenta, la tristeza de ciertos hombres y la tristeza de ciertas vidas. Esta novela lo muestra en la plenitud de sus facultades creadoras.
Rubén Loza Aguerrebere