lunes, noviembre 25, 2024
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La amistad y la conveniencia

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La delicada línea roja que separa la amistad de la conveniencia, y los intereses nacionales de la posición ética y política, parece difuminada. Ni la comparecencia constreñida del Vicepresidente y ministro de Interior tras su entrevista con su homólogo marroquí Cherkaui ni la de la ministra de Exteriores en el Senado solventan el discurso político del Gobierno respecto del conflicto en el campamento saharaui de Gdaim Izik, junto a El Aaiún, ocho días después de su desmantelamiento por parte del Gobierno marroquí.
 
Difícil combinar la relación de claridad y sinceridad entre dos países amigos (España y Marruecos) que relata Rubalcaba con la defensa de la autodeterminación del Sahara occidental expresada de rondón en el Senado por la titular de Exteriores, Trinidad Jiménez. Difícil también no denunciar abiertamente la falta de transparencia democrática que se garantiza por la observación de la prensa libre en la zona y conformarse con el compromiso futuro –en unos días- de que la situación sea abordada por el país alauí.   La comprensible prudencia del Gobierno adolece de una posición política de envergadura sobre los graves sucesos. No puede aceptarse como inevitable el caos de datos contradictorios en la zona entre los que facilitan las organizaciones saharauis y los que a su vez difunde el gobierno marroquí.
  
Rubalcaba aplaza a unos días la solución al veto de la prensa española en la zona, mientras la confusión se vuelve contra el Gobierno de España. Para mayor abundamiento, el río de declaraciones de portavoces socialistas abunda en la incoherencia respecto al histórico mensaje socialista sobre el conflicto del Sahara. Desde el muy joven Felipe González,  aún líder de la oposición, que comprometió su apoyo no sólo con la causa saharaui sino con la victoria final, las cabriolas de Zapatero cuando accedió a la presidencia, la presencia de la ministra de Exteriores en una no muy lejana manifestación a favor de la causa saharaui, con las inanes declaraciones que nublan la posición política.  Otra cosa es dar por fehacientes todas las afirmaciones que llegan o animar a los saharauis, sin merma del propio confort occidental, a un futuro incierto. La solidaridad no es sólo una consigna y la apelación de Rubalcaba a las negociaciones entre las partes en Naciones Unidas no compromete la legítima aspiración del pueblo saharaui.  
 
En pleno caos, la respuesta serena de la ministra de Exteriores a la intervención del senador popular Juan Van Halen: “Le queda grande el poncho, la chilaba y el Ministerio..” ha resultado oportuna. “Seriedad, respeto y sentido de Estado”, le ha dicho. Pero sólo la formulación no libra al gobierno de explicar en qué se concretan el sentido de Estado por los intereses nacionales y en qué se resiente más allá de la línea roja el sentido de la democracia.  
 

Chelo Aparicio

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