lunes, noviembre 25, 2024
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La oposición

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En una céntrica y muy valorada zona de la capital de España: el barrio de Chamberí, concretamente en la calle Génova, muy cerca de la Castellana, hay un edificio que alberga las oficinas centrales del Partido Popular, es decir: la oposición.

Allí se trabaja con gran tesón, silencio e intensidad para seguir siendo lo mismo.

No en vano los dirigentes han ganado grandes oposiciones, por ello es lógico que se sientan muy a gusto en la actual situación: si el jefe es registrador de la propiedad, el otro u otra es abogado del estado. También hay notarios e inspectores y técnicos de lo que ustedes quieran.

Este idílico edificio tiene el carácter de un club inglés del siglo XIX en el cual por lo menos se admiten mujeres. Se reflexiona y critica pero por supuesto no se actúa. Allí bastante tienen con ser rompeolas de los dislates que pueden producirse en los ámbitos en los que dicho partido gobierna. Si surgen rivalidades personales o de conceptos: se arbitra. Si hay problemas de posibles corrupciones se decreta el secreto de sumario y si no hay más remedio: en los fines de semana se anima un mitin en alguna provincia donde se pueden degustar los caldos y la gastronomía local.

Luego está lo de las Cortes, que ya nadie entiende o atiende, pero que es una magnífica palestra para mostrar la llamada esgrima parlamentaria, un deporte de élite intelectual mediante el cual consiguen grandes satisfacciones que engrosan, para los historiadores, los diarios de sesiones. Todo es muy correcto. Como debe ser.

Este tranquilo panorama que además se endulza con buenas retribuciones económicas, tal como informan otros compañeros en este mismo diario, solo tiene un peligro: el gobierno flaquea y las encuestas dicen que tal vez los españoles les otorguen la confianza necesaria para gobernar. Con lo que está cayendo en la calle.

Este peligro se está controlando de momento. Una entrevista en la que se comenta que tal vez los matrimonios entre homosexuales pueden quedar sin efecto, si ellos llegan al poder, sin duda será muy eficaz para que las encuestas vuelvan a su cauce. Todos sabemos que hay homosexuales de derechas, de centro y de izquierdas. Pero fundamentalmente son personas que no quieren perder algo tan básico para ellos como es su situación jurídica que tanto les ha costado conseguir y que además con ello no hacen daño a nadie. Así que se supone que ya no se cuenta con su voto. Pero eso no importa: como decía el Barón de Coubertin; lo importante no es ganar, es participar.

De esta forma, si siguen agrediendo a más colectivos y seres humanos, va a ser muy difícil lo de la mayoría absoluta, que es la única forma en la que están dispuestos a gobernar. Otras posibilidades obligarían a negociar. Lo que ocurre es que eso de negociar es un rollo cuando se tiene la certeza absoluta de tener la razón.

Así que o lo tomamos o lo dejamos, pues ellos están muy bien como están.

Paco Fochs

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