La primera conclusión que lleva los resultados en Cataluña es la preferencia de la sociedad por un gobierno fuerte para encarar la crisis, sin imaginativas fórmulas de coaliciones. La segunda es que éstas –como la del tripartito- gestionado por un PSC constreñido por el pacto, no han logrado aportar políticas distintas a las de Convergencia y, por el contrario, las han apuntalado.
Cataluña cierra pues la etapa tripartita que ha engullido al socialismo catalán y ha debilitado a sus socios. La lucha de Montilla por defender in extremis un alternativa más puramente socialista ha servido para evitar su descalabro, pero no para lograr la confianza entre su tradicional electorado, inmerso en la crisis económica. ERC e ICV se han resentido del desprestigio de la marca tripartita lo que ha favorecido al partido ganador. Otras conclusiones se extraen de la subida significativa del PP, que supera su techo, lo que augura una tendencia al alza del partido de Rajoy.
Mas tendrá lo que quería: un gobierno con manos libres para emprender su nuevo pacto fiscal para Cataluña en la fórmula del Concierto Vasco que en su día, en los albores de la autonomía, desechó. El electorado catalán ha apostado por lo conocido, por la vuelta a un pujolismo sin Pujol. Prefiere lo conocido a los sobresaltos en tiempos difíciles. Mas lo tendrá todo en sus manos, si bien, la amplia pluralidad del Parlament y las noticias que llegan de Europa cuestionan su máxima de la solución soberanista como talismán contra la crisis.
La fuerza del nuevo gobierno se contrastará con la pluralidad de un Parlament que mantiene la fuerza simbólica de Ciutatans y apunta a la irrupción inquietante de otras formaciones. Acogerá al populismo/independentista de Joan Laporta y ha estado a un paso de presentarse como la primera cámara con representación de la extrema derecha.
Si cabe alguna lección, de las muchas que se extraerán, es que las políticas de otros acaban favoreciendo a los otros. Esto vale para el PSC, que pierde una gran oportunidad de haber aportado a Cataluña otro modelo de convivencia más acorde con su ideario, y vale para el PP, pese a su excelente resultado, por sus mensajes desenfocados sobre la inmigración, que prenden en otros. ERC no se libra del axioma, desplazando sus exhortaciones al frikismo de Laporta, que se habrá nutrido también de otros.
También es una lección para Zapatero. Su apuesta por la reforma estatutaria con compromisos a priori ha quedado en fiasco.
Chelo Aparicio