lunes, noviembre 25, 2024
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La nueva revolución de Iberoamérica

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Tras la Cumbre Iberoamericana se ha celebrado en Santo Domingo la XV Conferencia de la Organización Iberoamericana de Juventud. Durante tres días, ministros de Juventud de 21 países han debatido políticas locales, brechas sociales y proyectos. Alzar la voz sobre el balance, la crítica y el impulso para los próximos cuatro años de esta Conferencia es señalar un escenario donde lo lógico es preguntarse quien actúa. En total, más de ciento cincuenta millones de jóvenes que comparten idioma y problemas comunes de unos que rebotan en otros.

La OIJ es un organismo internacional de países iberoamericanos con sede en Madrid. Un entramado oficial en el que, dada la invisibilidad que sufren los jóvenes, sus miembros parecen dialogar en continua rebeldía. El hito más importante lo consiguieron en 2005, cuando firmaron la Convención de Derechos Humanos de los Jóvenes. En la traducción de las intenciones a los hechos, en el zoom y contrazoom por los puntos del planeta iberoamericano, estos días han salido a relucir las batallas ganadas y los casos más graves de violencia y desigualdad. El ponente de Costa Rica da dos ejemplos. Este año, un estudiante denunció la retirada de la gimnasia en el instituto. El caso llego a los tribunales y, amparados en el Tratado, una sentencia judicial reconoció el derecho fundamental del acceso al deporte de los jóvenes. En el otro extremo, varias menores no podían ir a la escuela por estar embarazadas y el articulado de la Convención les dio la vía para tramitar sus denuncias.

Leire Iglesias, ex directora española del Instituto de la Juventud y secretaria adjunta de la organización, asiente satisfecha y enmarca en su ponencia la importancia del texto: “Los dirigentes jóvenes no sabían que con su firma estaban creando un documento único, una herramienta que iba a utilizarse en las más altas instancias judiciales, complementando el ordenamiento jurídico de cada país. Nos parecía que íbamos despacio y no sabíamos que era el tratado de derechos humanos que mas rápido iba a entrar en vigor en el mundo”.

Éxitos que sirven para coger fuerzas ante lo mal que están las cosas. En Chile, el director del Injuve designado por el nuevo presidente Piñeira, país que no ha ratificado todavía la Convención, explica: “Con 270.000 jóvenes en la extrema pobreza, otros 270.000 sin estudios ni trabajo, lo importante es que puedan votar”. Es decir, pintar algo. El sistema electoral chileno obliga a inscribirse en el censo con trámites complejos. Del 25% por debajo de los 29 años votan el 9%. Y si no votan, ¿para qué los compromisos de campaña?

En la Cumbre Iberoamericana el ex presidente Lula, líder mas valorado de Latinoamérica, recordó emocionado al despedirse su falta de estudios universitarios. Su vicepresidente, Beto Cury, relata en Santo Domingo la fijación de Brasil: “De 190 millones de habitantes, 50,2 tienen entre 15 y 29 años y 4,2 están fuera de la escuela. Las políticas de juventud necesitan de un pacto generacional, por eso, en el interior del país hay 14 universidades donde antes no había ninguna”. La intervención de Guatemala es breve y estremece. Piden ayuda, su presupuesto es el más bajo y en la última “encuesta de noviazgo” la violencia de género se ha disparado.

Turno tras otro, el ánimo de los ponentes contrasta con la crudeza de las estadísticas y han hecho política con mayúsculas. No discuten sobre sus mandatarios, “es mejor tener a los países dentro que fuera” destaca Leire Iglesias. El anterior Secretario General, Eugenio Ravinet, se despide con el cierre de varios convenios. Uno con Microsoft, porque “Internet no es una cuestión de ocio, es un derecho fundamental de acceso al conocimiento”.

El portavoz de Microsoft venido desde Seattle, Erik Goldenberg, tras escuchar alguna de las intervenciones, se queda con la idea de la urgencia. “Hay cosas que no pueden esperar más, problemas que no pueden durar otros cinco años. Mientras un país va más despacio, el otro está yendo más rápido”. Es cierto que Microsoft puede hacer que un niño vaya más rápido, pero jóvenes como los reunidos en Santo Domingo vigilarán que no sea a costa de otro, en palabras de Ravinet, “en nombre de la eficacia, no perdamos la humanidad”.

Para deleite de la historia, el encuentro se celebra en la que fuera residencia del dictador dominicano Trujillo. Los árboles frutales, las lagartijas en las escalinatas, los salones testigos del debate, fueron las estancias del horror hace no tanto tiempo. El Día Internacional contra la Violencia de Género lleva la fecha del asesinato de la joven Minerva Mirabal. Al negarse a pasar por esas puertas, cediendo a los placeres y violaciones del dictador, desencadenó el principio del fin del régimen.

Terminado el congreso, alguno de los participantes leen a través del Iphone el discurso del brindis de Mario Vargas Llosa: “Érase una vez un niño que a los cinco años aprendió a leer. Eso le cambió la vida. (…) Y descubrió una manera de escapar de la pobre casa, del pobre país y de la pobre realidad en que vivía”. Luego  vendrían sus libros, la política, el Nobel. ¿Cómo no van a pensar estos jóvenes, los ciento cincuenta millones de iberoamericanos, que todo está por hacer, por decir y cambiar?

Pilar Velasco

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