Al frustrado Consejo Estatal de Medios Audiovisuales (CEMA) no le iban a faltar tareas en la era de la convergencia, cuando el audiovisual llena todas las pantallas, coloniza internet y los móviles y acapara el consumo de los espectadores y la publicidad. Pero nació maldito, mal definido con una Ley Audiovisual impropia de la era digital, y seguirá penando antes de nacer.
Con los clubes de fútbol chantajeando al Gobierno para acabar con el partido de Liga en abierto de interés público. Cuando aumenta la presión política y económica para adelgazar el telestado y la televisión autonómica. Con la financiación de RTVE pendiente de Bruselas y sin garantía de sostenibilidad. Con un mapa audiovisual revuelto por la concentración y la creación de un nuevo oligopolio tras la explosión de cadenas de la TDT. Cuando internet y televisión se unen en cualquier pantalla: de las televisiones conectadas a los móviles, parece más necesario que nunca un regulador independiente para ocuparse de todos estos líos y de alguno más. Hasta para que la premiada ‘Pa negre’ en los Goya se pudiera ver en internet podría ayudar un organismo concebido para evitar los vaivenes políticos en la mayor industria de contenidos digitales.
Pero el Gobierno ha desistido de reformar la Ley Audiovisual en el Senado para unir el CEMA con la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), como había anunciado. La política renuncia a un órgano técnico clave cuando se está definiendo el mercado, la tecnología, los contenidos y el servicio público.
El miedo a otra disputa con la oposición por la televisión, uno de los principales elementos de poder en plena etapa preelectoral. La hipersensibilidad de algunos ministros y asesores a los columnistas airados, denunciantes del CEMA como un órgano censor de contenidos e ignorantes de que la mayoría de su responsabilidad regulatoria es técnica, de competencia y transparencia del mercado. Y la indecisión sobre qué hacer con la Subdirección General de Medios Audiovisuales del Ministerio de Industria son algunas de las causas de la renuncia a modificar una Ley Audiovisual aprobada sin un plan claro para la televisión del futuro.
La avalancha de candidaturas a los siete puestos del Consejo, con tufo de partidismo y oportunismo, tampoco ha ayudado a dar el paso de la unificación con la CMT, respaldado en principio por la mayoría de los grupos parlamentarios.
Sin integración y sin presupuesto para crear el CEMA, la política audiovisual continuará a la deriva por falta de una visión clara de la convergencia audiovisual. Pendiente de decisiones gubernamentales disputadas entre el presidente Zapatero y su gabinete, el vice Rubalcaba y los ministros Ramón Jáuregui y Miguel Sebastián, además de las presiones de la vice Salgado por los dineros.
Unos se conformarán con que decida el mercado. Otros creen que todo llegará de Bruselas. La definición de la convergencia audiovisual y el desarrollo de una industria clave no deberían quedar al albur de las peleas de la videocracia partidista y los lobbies. La política audiovisual es demasiado importante para hacerse a golpe de mando a distancia.
Juan Varela