El viernes pasado, Estrella Digital publicaba el conflicto enquistado en México entre Globalia y el grupo Oasis. Una cuestión sobre la que los tribunales han fallado a favor de estos últimos, aunque se han interpuesto los pertinentes recursos, de modo que la situación amenaza con eternizarse. Sin embargo, esta situación judicial no beneficia a nadie, como reconocen con la boca chica las partes afectadas.
Es una pena, pero el grupo que preside Juan José Hidalgo tampoco escapa al malditismo que persigue a las empresas de viajes y ocio españolas. Si en España, lo de ser promotor, constructor o inmobiliario tiene ya una insuperable carga peyorativa, no va a la zaga este sector del turismo. Ahí están los casos de Spanair o sobre todo, la Marsans de un celebérrimo tándem Díaz Ferrán-Pascual.
Hidalgo tiene una oportunidad de oro de salir al paso para arreglar una situación que es un desdoro para el país. Aplaudimos con todas nuestras fuerzas a las compañías nacionales capaces de competir en mercados exteriores, pero precisamente por ello, la responsabilidad en materia de imagen es doble. España no puede permitirse más escenas de pandereta como las que, lamentablemente, ha protagonizado en los últimos tiempos.
Si no es así, forzoso será reconocer que permanecen las maneras cortijiles en nuestro tejido empresarial, lo que haría vislumbrar un mal futuro para nuestra economía, en un entorno en el que la competitividad y la capacidad de resistir a la crisis van muy ligadas a la buena práctica empresarial.
En caso de no llegar a un acuerdo entre Globalia y Oasis, tal vez apenas queden argumentos para defender al sector del ocio y sus maneras caciquiles. ¿Es realmente imposible que las industrias con importantes flujos de caja tengan un perfil de buenas maneras y modernidad? Desde aquí suspiramos por que no sea así. Será en beneficio de todos.
Editorial Estrella