Domingo, en torno a las nueve de la noche. Tengo ya decidido que las primeras líneas que escriba para Estrella Digital deben ocuparse de lo único de lo que puedo hablar en primera persona, del periodismo, de la encrucijada en la que se encuentra este oficio, de los achaques que sufre, de su degeneración en no pocos casos, de su pulso irregular, de la contaminación por intereses nada ocultos que rehúyen y retuercen hasta desnaturalizar nuestro primer mandamiento: la verdad.
Utilizaré como guía de este puñado de reflexiones la letra de una canción de ‘Love of lesbian’ que escucho mientras escribo estas líneas. El tema en cuestión comienza así: «la radio ha dicho al fin qué sucederá, que todo exceso vuelve como un boomerang». Vivimos, sí, tiempos de excesos, años en los que la brocha rosa o amarilla ha terminado por cubrir con una pátina gris esta profesión. La televisión, sobre todo la televisión aunque no de manera exclusiva, ha pervertido la figura del periodista, ha invadido aquellos ámbitos hasta ahora reservados a quienes primero aprendimos las reglas del juego y luego nos conjuramos para respetarlas. Y como dice la canción-guía, los excesos volverán como un boomerang contra quienes hemos visto maltratada nuestra profesión y hemos callado, el silencio nos convierte en cómplices.
Continua ‘Love of lesbian’ y cantan: «Montan debates tensos en cualquier canal». Por desgracia para este país, la TDT es de nuevo una evolución tecnológica desaprovechada, otra oportunidad perdida. Es tal la carga ideológica de la televisión actual, es tal la desfachatez de los participantes en algunos de esos circos romanos, que el ciudadano, el espectador que deambula en busca de análisis sosegado, certero, pausado, de opinión honesta, del imprescindible limpio y público debate se siente huérfano, se enfrenta a la soflama, a la media verdad, al argumentario, al difama que algo queda, a la desnaturalización absoluta del oficio.
La canción-guía añade además: «Las malas lenguas tiran de otras muchas más». Y se realimentan, se envalentonan. Atraviesan la frontera entre la crítica y la descalificación.
Nos enfrentamos de forma cíclica a escándalos provocados por periodistas y comentaristas lenguaraces que un día insultan gravemente a un político, al siguiente desprecian a personas por su condición sexual, acusan de delitos sin que la acusación sin prueba les cause rubor. Y las lenguas, las malas lenguas, tiran de las demás hasta formar una comparsa.
Y la última línea a modo de advertencia la dejo también en manos de ‘Love of lesbian’: “pueden confundirnos y al final ganar”. Que no ocurra.
Pedro Blanco