Todo el mundo en España, y especialmente en Madrid, ha recibido con enorme y desagradable sorpresa las palabras de Esperanza Aguirre anunciando que abandona temporalmente la política debido al cáncer de mama que le han detectado.
La clase política, dejando a un lado las rivalidades, se ha movilizado al unísono para transmitirle su apoyo y solidaridad. Es lo propio, y lo contrario sería reprobable. Hasta quienes, en algún momento, se han sentido sus víctimas y la han considerado insensible y carente de sentimientos por su pétreo comportamiento hacia ellas, han aparcado las diferencias y también se han puesto a su lado.
En Estrella Digital, que tantas veces ha publicado opinión negativa a su gestión de gobierno, seguimos pensando que hay numerosos motivos para la crítica en lo político, pero queda suspendida hasta su vuelta. Porque seguro, y así lo deseamos, será pronto.
Y lo hará por dos razones: primera, Esperanza Aguirre no es de las mujeres que se venzan ante la dificultad; y segunda, la enfermedad le ha sido diagnosticada con la suficiente antelación como para que el tratamiento que tenga lugar resulte eficaz.
No es menos destacable que, con el caso de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, ha quedado de manifiesto lo que los oncólogos predican por activa y por pasiva: el cáncer no conoce a nadie. Según las estadísticas, el cáncer de mama afecta a una de cada diez mujeres. Lo positivo, es que nueve de cada diez de las mujeres que padecen la enfermedad logran superarla gracias a diagnósticos precoces y medicación adecuada.
Lo realmente importante, y así lo ha expresado la Presidenta, es que exista conciencia de la necesidad, cuando no obligación, de realizar exploraciones ginecológicas rutinarias y preventivas.
El mazazo de la noticia ha caído sobre una persona que se encuentra en la primera línea política y social, como también ocurrió con María San Gil, Cristina Hoyos, Luz Casal y muchas otras. La dura experiencia personal de Esperanza Aguirre no amortiguará el dolor que a diario sufren miles de mujeres por la misma causa, pero su relevancia pública puede ayudar a que más mujeres anónimas den el paso hacia la prevención y puedan tener el tiempo suficiente para atajar esta dolencia.
Pero tampoco se nos puede escapar que, de la letra pequeña de la noticia, emergen dos datos que nadie, por el momento, se ha atrevido a leer y que necesitará en el futuro un análisis más profundo: uno, la intervención quirúrgica se lleva a cabo en un hospital de la sanidad pública, lo que debe servir para la reflexión de los gobernantes que tanto están maltratando nuestro sistema sanitario en los últimos años en beneficio de la sanidad privada; y dos, la sangre fría, a pesar de la emoción del momento, que ha tenido Esperanza Aguirre al hacer público su mal a tan solo unas semanas de los comicios autonómicos en las que su partido va sobrado antes de la cita electoral.
Sin perder de vista estas consideraciones, el factor humano debe tener prioridad, por ahora, sobre el político.
Y es que el cáncer no conoce partidos, nombres ni estatus. Por eso, desde Estrella, con todo el cariño, le deseamos a Esperanza Aguirre una pronta recuperación como también se la deseamos con el mismo cariño a todas las mujeres que sufren como ella.
Editorial Estrella