domingo, noviembre 24, 2024
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«Ratones» de la libertad

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Nunca los “ratones” adquirieron mayor rango de dignidad. La denominación de Gadafi hacia quienes reclaman su libertad en medio de la masacre inflingida contra su pueblo aporta una esencia de ternura y piedad a quienes así llama, frente a quien lo pronuncia.   

Pues no faltó de nada en las vergüenzas públicas del tirano. Desde arengar a jóvenes, mujeres y niños a salir a la calle “contra los ratones”  y tocarse con un brazalete verde para despejar el campo a batir,  hasta matar, matar como fuera a los rebeldes, en virtud del código penal libio en el que todo cabe.  Tampoco faltó su auto loa ungido con su peculiar vestimenta, retocado con su fular, adornado con distintas gafas, nombrándose a sí mismo.  Viéndole, cualquier otro dictador vecino pareciera un aprendiz, con una pizca de vergüenza para jalear las matanzas. Ratones, borrachos, drogadictos, dice de quienes luchan. El paranoico.  El que mezcla todo, el antiamericanismo,  el antiislamismo, en las horas fúnebres de desesperación. También antes: el financiador del terrorismo y estadista occidental. Con dinero pagó todo: los crímenes y su culpa.

Es él, Muamar el Gadafi,  excéntrico, exclusivo, aquél que fue recibido en la etapa antifranquista como el liberador de una monarquía cuasi feudal que, tras iniciar unas nacionalizaciones fértiles para su pueblo, cerró las puertas hacia sí mismo durante más de cuarenta años; con su libro verde,  la asamblea del pueblo, su Jamahiriya, el talismán, esa que libra de responsabilidad a su dirigente si las cosas no funcionan; y a quien retornan las culpas. Una gran lección para los grandes mitos de la revolución: la degradación del progreso sin libertad.   Véase el peligro del régimen de Irán, heroicos opositores.

Contrasta el canto a la muerte de Gadafi este 22 de febrero en Trípoli con la veneración a la democracia en España en el acto en la Moncloa en que se honra a quienes sostuvieron un gobierno de subsecretarios mientras el elegido estaba secuestrado por golpistas, hace treinta años en este 23-F.  El valor simbólico de una transición frente a incursiones destructivas recurrentes, también aquí.  Democracia. A los 35 gobernantes se les premió con la medalla del mérito constitucional, la misma que el antecesor de Zapatero , José María Aznar, entregó a otra treintena de luchadores por la libertad en el País Vasco, frente al desafío terrorista.
Totalitarismo frente a democracia. Este 22 de febrero se cumplía  también el aniversario de otra jornada inolvidable, la del asesinato de Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díez.  Buesa fue un insobornable demócrata que no ocultó uno solo de los aspectos que creyó imprescindibles para la libertad. Afeó a unos, denunció a otros. Su mensaje es semilla de democracia. En este martes de reconocimiento a quienes defendieron nuestra Constitución frente a las balas resonaron las palabras de la madre de Jorge Díez. Que la historia no la escriban quienes mataron. Sería el triunfo de la mentira. 

Chelo Aparicio

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