lunes, noviembre 25, 2024
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“Revolución Precaria” en Portugal. ¿Y en España?

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Quienes tratan de mirar a Portugal con cierto aire trasnochado de complejo de superioridad, se equivocan. En el último año y en plena crisis ya se encargaron de darnos ejemplo a la vez que nos sacaban los colores sin pretenderlo. Cuando los especuladores amenazaba con sus dentelladas la maltrecha economía portuguesa, sus líderes políticos, del gobierno y de la oposición, salieron juntos a defender el país. Aquí no. A la fiereza con que se emplean los mercados contra España se suma la lucha sin cuartel de nuestros dirigentes.

El ejemplo más reciente que nos han dado nuestros vecinos ha ocurrido este fin de semana cuando miles de jóvenes se han echado a la calle para clamar, no solo por el derecho al trabajo, sino por el trabajo digno. Y lo han hecho al margen de los políticos y la política.

Sin que nadie pretenda leer en estas líneas un alegato por la movilización juvenil callejera, también es cierto que la iniciativa la miramos con envidia. El desafío nació del ímpetu de cuatro jóvenes portugueses a través de Facebook y con tres premisas: que fuera apolítico, pacífico y laico. El desencanto contra el sistema y la clase política hizo el resto. Como se encargaron de dejar claro, con la manifestación no se pretendía editar en Occidente las revoluciones que tienen lugar en países árabes para derrocar gobiernos dictatoriales y corruptos, sino para decirles a los políticos que es necesario “cambiar el rumbo” para lograr un futuro más justo y social. 

Y no parece que les falte razón, pues el panorama para los jóvenes portugueses es, en el mejor de los casos, encontrar trabajos temporales con contratos precarios, siendo la mayoría chicos con escasa formación o recién licenciados en busca de su primer empleo o, incluso, becarios sin paga.

Los padres de estos jóvenes vivieron mejor que sus abuelos y  estos chicos vivían mejor que sus padres, hasta ahora cuando se ha roto la progresión del estado de bienestar y ya no pueden estar seguros de que sus hijos vayan a vivir mejor que ellos.  Aseguran que la actual crisis “no les pertenece” y que con la “precariedad no hay libertad”. Ambas cosas son verdad.

¿A qué nos suena todo esto?

¿No es un reflejo de lo que ocurre en España? Incluso es peor, porque la tasa de paro juvenil en nuestro país triplica a la mundial (13%) y duplica a la de la Unión Europea (21,4).

Sin que se vea nada halagüeño en el horizonte, nuestros chicos –comparados con los portugueses que siguen viendo a España como una meta- parecen narcotizados y sin espíritu, no ya de revolución, sino de inquietud social. Una Pena.

Menos mal que nos queda Portugal.

Editorial Estrella

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