Juan Alberto Belloch, alcalde de Zaragoza, ha pasado unos días en el hospital. Más que una enfermedad, su problema de salud bien parece una metáfora. La semana pasada se pinchó el cuello con la espina de una rosa. La pequeña herida se inflamó, probablemente por alguna infección o alguna alergia, y el cuello del alcalde se hinchó de forma desmesurada. Belloch también tuvo fiebre y el fin de semana fue ingresado en el Hospital Militar de Zaragoza. Tuvo que cancelar su agenda y el sábado se perdió el Comité Regional del PSOE, en el que la candidata a la presidencia de Aragón, Eva Almunia, presentaba su programa electoral.
Os prometo que la noticia es cierta, aunque su simetría política sea tan perfecta que parezca inventada. La publicó ayer El Periódico de Aragón, escondida en el último párrafo de otra información. Más allá de la anécdota, el suceso parece un diagnóstico simbólico de las próximas elecciones municipales y autonómicas: de cómo los candidatos socialistas encuentran en la rosa del PSOE un veneno peligroso.
Belloch no se puede quejar. Es probable que tras estas elecciones se convierta en el único alcalde socialista de una ciudad española con más de medio millón de habitantes. Hoy los socialistas mantienen tres de las seis mayores ciudades españolas: Barcelona, Sevilla y Zaragoza (las otras tres son Madrid, Valencia y Málaga). Si se cumplen las encuestas, de las tres el PSOE sólo conservará Zaragoza. Belloch pasará la fiebre, a pesar de las espinas de la rosa.
Ignacio Escolar