lunes, noviembre 25, 2024
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Políticos y ¿ciudadanos?

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La intervención el pasado jueves del Consejero de transportes de la Comunidad de Madrid fue, sin duda, un ejercicio de soberbia política. Como otros muchos otros que hemos escuchado. Pero fue algo más. Entre el ridículo y el bochorno provocado por sus palabras encontramos una dosis de cruda realidad. Muchos de nuestros políticos no son ciudadanos en el sentido más llano de la palabra, no son gentes que vivan la ciudad, no al menos como los demás. En la algarada parlamentaria, en los diputados que jaleaban al Consejero mientras se desgañitaba al grito de «el metrobús no existe», escondido entre los aplausos, los gritos de ánimo, los berridos hay un síntoma de uno de los males que aquejan a una parte de la clase política. No son pocos los que llegan a ella desde la base, tampoco lo son los que una vez conseguido el poder, olvidan que de la calle salieron y a la calle han de regresar.

La política es, posiblemente, una de las pocas profesiones en la que los méritos pueden ser innecesarios. En la que la demostración de una habilidad técnica, artística es irrelevante. La política no es una profesión regulada, no se impone la demostración de la valía, no hay tribunales que juzguen los méritos del aspirante, no existen exámenes que superar, no se cursan estudios. Tras la vergonzosa intervención del Consejero de transportes, una compañera suya de gobierno se acercó a un grupo de periodistas en la Asamblea de Madrid. Preguntó por qué tanto jaleo. Le explicaron el motivo y la Consejera en cuestión trasladó a los colegas que tampoco sabía de la existencia del metrobus. Sumo estos dos fragmentos, uno conocido, otro no, para sugerir una prueba de ciudadanía a nuestros gobernantes, un examen de sus dotes ciudadanas. Tengo la impresión de que si sentáramos en una mesa, frente a un tribunal examinador compuesto por vecinos de cualquier barrio de Madrid a un buen puñado de nuestros políticos, muy pocos superarían la prueba.

Si les preguntáramos cuál es el precio de un billete de cercanías, si existe la línea 15 del metro, cuál es el teléfono de información del Ayuntamiento de Madrid, cuál el de la Comunidad, a qué número hay que marcar para pedir cita previa en un centro de salud, qué días cierran los museos, cuál es la biblioteca más cercana a su domicilio, cuánto se paga un por un bono para utilizar un polideportivo público, si preguntáramos por la vida descubriríamos que el sillón, el coche oficial, la secretaría y el coro de aduladores les han apartado de la realidad.

Es probable que alguien me recuerde, con motivo, que esa lejanía de la realidad también la padecen las grandes fortunas, periodistas de renombre, actores, actrices, altísimos ejecutivos. Es cierto. Pero ellos no nos gobiernan.

Pedro Blanco

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