La devastación de parte de Japón ha dejado a sus almendros en soledad. Me cuentan que una japonesa de vuelta a su tierra después de más veinte años en España describiendo la situación de su país a unos amigos españoles les dijo: “los almendros están solos”. Y es que por esta época, los parques japoneses se llenan de árboles cuajados de pequeñas flores blancas y los ciudadanos se lanzan a ellos simplemente para contemplar arrebatados el paisaje que año tras año les regala la primavera. “Los almendros están solos” porque los japoneses no pueden salir de sus casas, en muchas partes del país escasean los alimentos y para hacerse con todo el combustible posible se han vaciado los depósitos de los coches que han quedado medio vivos después del terremoto y siguiente tsunami.
Dicen que los japoneses ni gritan ni lloran y que con toda seguridad saldrán de esta calamidad porque además de solidarios son disciplinados. Ánimo, disciplina, trabajo y paciencia van a necesitar para salir del caos al que les ha llevado la desmadrada naturaleza y la central nuclear de Fukushima sometida al infinito estrés de dos desastres naturales sin parangón. Ellos ni gritan ni lloran y aquí, en Europa, nosotros que estamos a miles y miles de kilómetros y que tenemos la suerte de vivir en un continente con un riesgo absolutamente mínimo de que ocurra lo ocurrido en Japón, estamos a punto de volvernos locos hasta el punto de que según se ha publicado en algún periódico, Europa prepara habitáculos por si acaso la alarma nuclear se convierte en apocalipsis.
Nunca sobra la preocupación por la seguridad y es más que razonable que nos preocupemos y nos ocupemos de los que ocurre en Japón, pero el estallido de alarma, el afán revisionista roza el ridículo. Está por ver que si Merkel no tuviera elecciones y Los Verdes no tuvieran en Alemania la fuerza que tienen, la cancillera hubiera establecido las cautelas que ha establecido y no deja de tener gracia que Francia, santo y seña de lo nuclear en Europa, se ponga estupenda y diga, sin aportar datos, que el Gobierno de Japón miente. Lo que se está viviendo en Japón es de tal magnitud que cualquier crítica al Gobierno nipón suena a frivolidad.
Si a cualquiera nos dan a elegir preferimos una huerta a una central nuclear, pero si somos sinceros y realistas habrá que concluir que solo se podría empezar a hablar de prescindir de la energía nuclear cuando todos estuviéramos dispuestos a cambiar de estilo vida y, por ejemplo, no querer tener frío en verano y calor en invierno. Podemos debatir todo lo que queramos, pero la energía nuclear no es una decisión sino una necesidad como es la de coger un avión si queremos volar. Los aviones, de vez en cuando, se caen o estallan antes de aterrizar. ¿Se imaginan cuestionarnos el viajar en avión?
Lo que ha ocurrido en Japón es muy grave. La tierra y el mar han provocado miles de muertos. Fukushima tiene al mundo en vilo. La amenaza es seria pero hasta el momento de escribir estas líneas, no ha habido más muertos que los provocados por la naturaleza que tiene estas cosas. A veces se pone furiosa al tiempo que en plena desolación los almendros se empeñan en florecer y lo consiguen.
Charo Zarzalejos