Ya no hay códigos entre periodistas. Los hubo. Ni corporativismo. Aunque apenas hubo por ser una profesión muy peculiar. Uno contra la exclusiva. Ni siquiera sigue vigente una de sus grandes máximas: “perro nunca come carne de perro”. Ya es otra profesión.
Hoy periodista come carne de periodista porque de lo contrario no comería. Se ha vuelto cainita. Incluso, carroñero. La profesión se ha degradado tanto que ahora se trabaja en un permanente duelo a primera sangre con el compañero. Y el que pierde se queda fuera. Salvo que seas de izquierda y escribas de izquierda en un medio de izquierda o seas de derecha y escribas de derecha en un medio de derecha. Lo demás no cuenta porque ni existes. Ya no hay vida periodística fuera de la ideología de los medios.
En deporte, peor. Porque en deporte, además de ideología hooligans, aún hay fondos de reptiles. A la antigua usanza. Y, ante ellos, no existe el perdón para nadie. Cosa Nostra.
Pinocchio