Hace algo más de cuatro años escribí una Tribuna de opinión en el diario El País titulada “Telemadrid. Cuando éramos de fiar” en la que argumentaba que la cadena pública madrileña había sobrepasado el umbral de la manipulación y se había instalado en el de la corrupción informativa. Obtuve una furibunda respuesta por parte del director de informativos pero, como son tan previsibles, ya la tenía por inventariada y descontada.
En ESTRELLA DIGITAL, además de un servidor, escribe otro exdirector de informativos de Telemadrid, Fernando González, y un exdirector general del ente público, Francisco Giménez-Alemán. Cada uno, lo pueden constatar con la lectura de sus artículos, tienen ideas políticas completamente diferentes. Pero una cosa los une: su profesionalidad. Esa profesionalidad se traduce en que ambos –yo traté de recoger esa enseñanza- tenían como consigna la pluralidad y el rigor informativo.
Aunque corta, la etapa que me tocó acompañar a Giménez-Alemán, ya como director de informativos, fue especialmente intensa por los grandes acontecimientos que nos tocó vivir, muchos de ellos cargados de tensión y polémicas de índole política y social. Con tres ejemplos basta para recordar el panorama: la guerra de Iraq, el hundimiento del Prestige y el “Tamayazo”. En algunos artículos me habrán leído criticar a Gallardón por el despilfarro que ha hecho en el Ayuntamiento de Madrid, pero también debo decir que gracias a Gallardón, Fernando González, Francisco Giménez-Alemán y un servidor, pudimos ejercer el periodismo libremente y sin ningún tipo de censura ni autocensura.
Lamentablemente, para los trabajadores y los madrileños, ese modo de practicar esta bendita profesión se acabó a finales de 2003.
Desde entonces, Telemadrid ha dilapidado el prestigio que tanto esfuerzo nos costó, se ha desangrado en audiencia y, en paralelo, ha crecido como “instrumento” político.
El último episodio, en el que han incrustado el sello de ETA sobre las imágenes de Zapatero y Rubalcaba –no es la primera vez que lo hacen- alimenta mi tesis de que hace ya a tiempo pasaron de la manipulación a la corrupción informativa. Siendo despreciable y vomitivo este modo de hacer información, también debo señalar que no es para que nos sorprendamos, pues así llevan casi ocho años. Es más, ahora mismo el director de informativos y uno de sus subdirectores, José Antonio Ovies –el verdadero ideólogo-, deben estar brindando por el “éxito” logrado. Se trataba de provocar y lo han conseguido. Ese es su juego y en estos últimos días deben tener dolorida la espalda de tantas palmadas recibidas. Una pena.
Es muy razonable lo que ha dicho Rubalcaba, con sus impuestos y los del resto de madrileños han hecho una televisión privada ajena a los intereses de todos los que habitamos en esta Comunidad.
Con todo, no nos engañemos, es más el ruido mediático generado con esta nueva polémica que la repercusión que ha podido tener entre los, cada vez menos, espectadores de Telemadrid. En lo que va de año, la audiencia media de la cadena ha caído hasta el 7,1%, exactamente diez puntos por debajo de la cuota que había al finalizar 2003. En cuanto a los informativos del día 30 de marzo, cuando se perpetró este nuevo acto de corrupción informativa, la edición de mediodía de telenoticias obtuvo una audiencia del 15,2% y un 5,4% la de la tarde. Esta edición es como si no lo hubiera visto nadie pues está muy cerca del 3%, considerado por los medidores de audiencia, como cero técnico.
Hemos sido muchos los trabajadores que, desde 1989 y en sucesivas incorporaciones, hemos contribuido con nuestra dedicación y trabajo a hacer de Telemadrid la televisión de los madrileños. Nosotros nos sentíamos afortunados por trabajar en el “canalillo” –así se le llamaba coloquialmente- y los ciudadanos estaban orgullosos de tener una tele joven, atrevida, espontánea y divertida. Pero sobre todo por tener unos informativos, de los que formaban parte, sin tapujos ni manipulaciones.
Aquello se quebró y hoy, Telemadrid es otro eslabón de la cadena de todos esos sembradores de odio que pululan por la TDT, los quioscos y webs.
Y eso es indecente. Y una pena.
Alfonso García