lunes, noviembre 25, 2024
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¡Qué ganas de complicarse la vida!

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Decía un buen amigo, periodista y profesor de universidad, que ciertas personas padecen una especialísima facultad que les complica la vida y hace lo propio con todos aquellos que le rodean. He recordado la sentencia del colega al contemplar el espectáculo que han montado los socialistas, bajo la dirección artística de don José Luis Rodríguez Zapatero. De una sola tacada ha fijado la fecha de caducidad de su mandato y la línea de salida donde se deben colocar los candidatos a sucederle.  El período de interinidad, que sólo conocían Sonsoles y el amigo Bono, despliega un tupido velo que oculta los problemas que amenazan el futuro electoral y político del PSOE. Zapatero ha metido en un armario todas las carpetas pendientes de su partido, rotulándolas con una etiqueta que dice: abrirlas en junio.

Así las cosas, los dirigentes socialistas deambulan por los pasillos del presente como fantasmas silentes, entrenándose a puerta cerrada como si fueran el Real Madrid de José Mourinho. Los analistas políticos, sin embargo, no pueden ni deben cerrar la agenda hasta el verano y comienzan a preguntarse en voz alta. Mucha de las preguntas son obvias: ¿Cómo se combina un presidente en retirada, con sus proyectos certificados en el Boletín Oficial del Estado, con las ideas y la estrategia de un compañero de partido ganador en las primarias? ¿Quién de los dos, el saliente o el entrante, mandará en un PSOE hecho unos zorros? Más cuestiones: ¿Será la ejecutiva de Zapatero, literalmente quemada, quien elabore el programa y las candidaturas para las próximas elecciones generales? Y en ese caso: ¿Qué pinta el mirlo blanco investido por la militancia como heredero del trono socialista? Hablamos de un galimatías interno, incompresible para los votantes de la izquierda, ajeno a los trámites estatuarios del PSOE y probablemente desconcertados por un Frankenstein de dos cabezas fabricado en los laboratorios de la Moncloa.

Conozco a muchos socialistas, con amplísima experiencia en el arte de cuadrar crucigramas políticos, y me sorprende que ninguno de ellos se haya plantado en Ferraz para aconsejar a Zapatero soluciones más lógicas. Por ejemplo, que convoque, como hizo Felipe González en situaciones tan críticas como las actuales, un congreso extraordinario que resuelva, de una vez por todas, las ecuaciones que Zapatero ha dejado escritas en la pizarra del PSOE. Podrían decirle que sería mucho más entendible que las distintas federaciones del partido votaran a sus delegados y que todos ellos acordaran, en el citado congreso, por consenso o por mayoría democrática, un nuevo secretario general. Aclamado, como corresponde en estas ocasiones, tendría el mandato de reunir una ejecutiva nueva con sus gentes de confianza, poner orden en el partido, elaborar un proyecto socialdemócrata adaptado a los tiempos que se avecinan y redondear  listas renovadas y depuradas de aquellos baroncillos instalados en la derrota permanente.

No estamos, me parece a mí, para desentrañar más jeroglíficos en el partido que nos ha gobernado mayoritariamente en democracia y que, junto al Partido Popular, ensambla el sistema de las autonomías que nos hemos dado. Evidentemente, contemplo el panorama desde el puente, pero me parece que de algunos laberintos uno se escapa con más facilidad de lo que parece. También es cierto, como certificaba mi amigo, que algunos personajes demuestran una capacidad para complicarse la vida y complicársela a los demás, realmente incuestionable.

Fernando González

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