La candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid ha tenido dos días seguidos de gloria por sus declaraciones. Como le ocurre a su “admirado” Mourinho nada de lo que dice o hace pasa inadvertido, más cuando es una metedura de pata. Antes de llamar “pitufo” al alcalde de Getafe –lo que cosechó un gran éxito entre sus palmeros- había salido con aquello de que ella no llevaba imputados en sus listas: «Con el lógico respeto a la presunción de inocencia penal, creo que cuando un juez sospecha que un político ha utilizado su cargo para su proyecto personal existen responsabilidades políticas que hay que sustanciar y así lo hemos hecho en el PP de Madrid y esta lista es otra prueba de ello».
La realidad, sin embargo, es muy tozuda, y con frecuencia demuestra lo contrario de lo que se dice –como es el caso- de cara a la galería. Resulta que tras esas palabras, Aguirre tiene una alfombra bajo la que guarda una suciedad que esperaba que permaneciera oculta. En efecto, la candidata popular y presidenta del PP madrileño mintió cuando pronunció esa frase, pues ella sabía que en sus listas había imputados. Siendo el engaño una mala praxis política, lo peor –si cabe- es la explicación dada por la candidata cuando se ha descubierto la mentira: sus imputados lo son por “tonterías”.
Resulta que son presuntos delitos por corrupción, prevaricación, malversación de fondos públicos, tráfico de influencias, negociaciones prohibidas a funcionarios y falsedad documental, entre otras “tonterías”.
Un viejo refrán castellano sentencia que “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo” y, como gusta decir a la candidata popular, a ella la han pillado “con el carrito del helado”.
Esperanza Aguirre ha perdido dos oportunidades: la de callarse a tiempo y la de limpiar de verdad sus listas de imputados. No ha hecho ni lo uno ni lo otro, lo que demuestra su parcialidad y la tenencia de diferentes varas de medir las “responsabilidades políticas” en el PP de Madrid.
Mal invento.
Editorial Estrella